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Gabriela Braverman es desde el año pasado la responsable de la Unidad Descentralizada de Atención a la Víctima y la Ciudadanía del Poder Judicial del Chaco. Ubicada en el barrio Güiraldes, en la zona sur de Resistencia, esta oficina tiene como tarea facilitar el acceso a la justicia, asesorar a los vecinos y tomar denuncias penales. En esta entrevista con LITIGIO, cuenta las dificultades que tiene para dar a conocer el trabajo de esta unidad judicial, las tensiones con la comisaría y lo que generaron sus charlas en las escuelas. “El espacio escolar es el lugar donde más se ve la vulnerabilidad, el maltrato y el abuso”, sostiene.

Viernes, 30 de septiembre de 2022

Gabriela Braverman, responsable de la Unidad Descentralizada de Atención a la Víctima y la Ciudadanía (UDAVyC).

Por Bruno Martínez 

El ritmo de trabajo que traía Gabriela Braverman era intenso. Cuando estaba en las fiscalías penales del fuero local llegaba a atender hasta diez casos por día: homicidios, abusos, robos. De todo. Según sus propias palabras, vivía trabajando.

Todo cambió cuando el año pasado ganó el concurso para hacerse cargo de la Unidad Descentralizada de Atención a la Víctima y la Ciudadanía (UDAVyC), ubicada en el barrio Güiraldes, en la zona sur de Resistencia. Pensó que iba a continuar con ese agite, con ese ritmo frenético. Pero se encontró con el desierto.

La gente que en los tiempos de la fiscalía entraba constantemente ahora ya no estaba. Por la puerta de la oficina, ya no pasaba casi nadie, ni siquiera para saludar. Si su dinámica laboral fuese un auto, se podría decir que pegó un brusco rebaje de 160 a 20.

No era que en el barrio escasearan los conflictos, para nada. Lo que sucede es que los vecinos desconocían de la existencia de esta dependencia judicial, dedicada a asesorar y recibir denuncias penales y tramitarlas de manera rápida con diálogo directo con las fiscalías de turno. Y es por eso que, en lugar de acercarse a hablar con ella, terminaban todos en la comisaría, provocando un embudo.

Braverman (abogada, 36 años de edad, 12 dentro del Poder Judicial) evaluó la situación y decidió hacer algo. En primer lugar, salir a contar que este lugar existe y que está a disposición de la comunidad. Para eso se acercó a las escuelas, a la comisaría, al centro comunitario, a la salita.

En segundo lugar, tuvo que tomar coraje, sacudirse un poco la vergüenza y salir en los medios. Poner el cuerpo en radio y tele. Marketing artesanal hecho con el puro impulso de la voluntad.

A partir de ahí, la cosa empezó a cambiar. Empezaron a llegar vecinos con sus denuncias. Y ella, a asesorarlos. De todos modos, considera que todavía hay mucho por hacer para que este espacio, que se creó hace diez años para facilitar el acceso a la justicia penal de personas que viven en barrios alejados del centro, funcione a pleno.

―Cierto sector de la sociedad, relativamente informado, tiene cierto conocimiento básico sobre el funcionamiento de la Justicia. Pero hay una gran mayoría que lo desconoce. ¿Cuál es el nivel de familiaridad del vecino con los resortes del Poder Judicial?― consultó LITIGIO.  

―En general, no entienden el funcionamiento. Creen que es todo lo mismo, que la Justicia no hace nada, pero también se quejan de la comisaría. Ahora empecé con las escuelas y la idea es seguir con más escuelas. No solamente hablar con los alumnos sino también con los docentes y directivos. Que entiendan primero qué es el Poder Judicial y luego qué hace nuestra oficina. Somos una herramienta tan útil que la gente tendría que conocerla. Después nosotros nos encargamos de encausar y decir: “Esto es penal, esto no”. Porque la gente no tiene por qué saber qué es un delito. Yo miro las estadísticas de la cantidad de causas que elevo y después se archivan. Entonces veo que hay mucho descreimiento por eso. Yo le explico a la gente que después no puedo hacer más nada, porque ya lo decide un fiscal. Pero trato de hacer un seguimiento, les doy mi número, la gente me llama. Vamos viendo porque muchas veces me dicen: “Yo denuncié y no pasó nada”. Y sí, muchas veces no pasa nada. Y eso también yo les aclaro: “Mire, lo que usted está denunciando no va a prosperar”. O porque no tiene los datos precisos de la persona involucrada, o no hay pruebas, o no es penal. Pero la gente se emperra en que quiere hacer igual la denuncia. En esos casos se le toma y se le explica. En definitiva, la ventaja que tienen estas oficinas, tanto la del Güiraldes como la que está en avenida 9 de Julio 318, es que está dentro del Poder Judicial. No hay intermediarios, como a veces sucede con la comisaría donde hay que esperar que se eleve el expediente a la fiscalía. Nosotros hacemos todo en el momento.

―Contame de alguna denuncia que te haya llegado en este último tiempo.

―El otro día me pasó algo después de dar la charla (en la escuela) Mariano Ferreyra, que tiene el secundario y terciario. Me había contactado el director para hablar sobre grooming y violencia de género. Al finalizar la charla, se me acercó una chica y me dijo que tenía muchos problemas con el papá, si podía venir a hablar. Le di el número de teléfono, ella me escribió y quedamos para el día siguiente. Vino con la madre. Dijo que le hizo un “clic” la charla que di en la escuela y fue a decirle a la madre que ella no estaba cómoda viviendo con su papá, porque vivía en la casa de él por una cuestión de logística. Dijo que el padre la maltrataba. Y la madre se largó a llorar diciéndole que nunca se animó a contarle que el papá también la maltrataba a ella y es por eso que se separó. O sea que no sólo se acercó la nena a denunciarlo sino la madre también se animó y lo hizo. Es como que ahí dije: “Bueno, valió la pena”. A continuación de eso vino un psicólogo de la escuela a denunciar dos casos de abuso sexual, que no lo estaba denunciando porque dijo que había ido a la comisaría y lo habían hecho esperar dos horas, se pudrió de esperar y vino a la oficina. Tampoco conocía el funcionamiento. Vino con la nena, incluso. Obviamente le expliqué que no tenía que ir con la nena a todos lados. Y que no iba a hablar con ella porque no era el ambiente. Pero encontraron esta vía directa.

Ahí también hay una cuestión con las comisarías que, o están colapsadas de trabajo o hay un ninguneo de ciertos casos.

―Las dos cosas. Con Eugenia (Barberis, del equipo de prensa del Centro de Estudios Judiciales -CEJ-) hicimos hace dos semanas una jornada en el Centro Comunitario del Güiraldes. El año pasado me contacto con el CEJ para hacer un proyecto de extensión a la comunidad que es para esto, para dar a conocer la oficina. No estaban haciendo eso el año pasado y me avisan que este año lo habían reanudado. Quedamos en visitar escuelas y hacer una jornada en el Centro Comunitario, invitando en el Centro de Salud, en la Comisaría, etcétera: no fue nadie. Yo me encargué personalmente en llevar las invitaciones, de llamar al comisario, pero nadie se acercó. Aparte ellos (en la comisaría) se cansan de decir que están abarrotados de trabajo, pero también tienen sus estadísticas, no quieren delegar. Fijate que mi jefe de fiscalía me había dicho el año pasado que se podía intentar que yo me instale un día en la comisaría, pero eso no va a funcionar. A mí no me van a dejar entrar en la comisaría, no corresponde. A mí tampoco me gustaría. Es otro el camino.

Debería ser una cosa más institucional, ¿no?

―Y si, hacer una jornada para que la gente conozca, salir a pegar papeles por las calles.

―Lo que estás haciendo para difundir el trabajo de la oficina es bastante artesanal, por lo que se ve.

―Yo sabía dónde me metía, sabía que era el Güiraldes, que era una zona complicada. Pero nunca pensé que no iba a tener casi trabajo. Pensé que iba a estar con muchísimo trabajo. Además, la comisaría tiene el tema que cada tres meses cambia de comisario. En cuanto yo engancho con uno, que me empieza a mandar gente, porque la comisaría no da más, ya me cambian de comisario. Es una comisaría muy complicada. Y la Séptima que está cerca ni me contestan. Ellos sí que nada, nada. No les interesa derivar y quieren quedar ellos como que atienden todos los casos.

“El espacio escolar es el lugar donde más se ve la vulnerabilidad, el maltrato y el abuso”

Está claro que es muy difícil modificar la idea en los vecinos del barrio de que la Policía es la única institución que toma las denuncias.

―Claro. Y además no hay otra comisaría con ese peso. La Quinta es increíble el peso que tiene. Aparte es muy grande la jurisdicción, es enorme.

¿Por qué decís que es muy fuerte el peso que tienen?

―Los que trabajamos con la comisaría sabemos que en la Quinta generalmente están los casos más graves, los presos más complicados. Es una comisaría que la viven interviniendo y es por eso que cambian cada tanto de comisario. Creo que es por la zona. Por eso lo primero que hice fue ir a hablar ahí. El año pasado le dije: “Bueno, trabajemos en conjunto”. No es sacarte trabajo a vos porque si tenés 10 personas esperando, atendé a siete y esas que te quedan mandámelas a mí.

¿Te las mandan?

―Si, cada tanto mandan.

¿El Poder Judicial se tiene que acercar un poco más a la gente, desde otro tipo de lenguaje?

―Si, de hecho la primera charla que di en una escuela del barrio, yo misma me di cuenta que fui muy técnica. Pero tampoco estaban los directivos para apuntalar. Y los chicos me miraban sin entender mucho. En la segunda, que fue en el Mariano Ferreyra, se dio una charla hermosa. No sabés cómo se prendieron los chicos a preguntar. Yo corregí mi lenguaje, el director estaba ahí conmigo y los chicos se animaron muchísimo. Y ahí me di cuenta que si era algo para los alumnos hay que ir con otro tipo de lenguaje. Creo que hay que difundir, salir a la calle. Pasa que para eso también necesito una estructura.

―¿Considerás que el espacio escolar es muy importante para esta tarea?

―Sí, porque es donde más se ven los delitos, donde más se ve la vulnerabilidad, el maltrato, el abuso. ¿Por qué empecé a hacer esto? Porque recibí varias denuncias de abuso sexual por parte de directores que vulneraron todo. Y ellos tienen una guía que les entregó el Ministerio de Educación. Es larguísima y no es algo tajante, porque son recomendaciones. Vulneraron todo, como el hecho de sentarla a la nena en la dirección para que cuente lo que le sucedió. Entonces dije, bueno, ya que ahora tengo más tiempo, me voy a poner a leer la guía. El psicólogo que vino el otro día me dijo que se dieron cuenta que estaban haciendo todo mal. Porque no pueden hacerla hablar varias veces a la nena. Hay que apuntar a la escuela, al jardín, a la primaria, a la secundaria. Ojalá podamos hacer tiempo para hacer más.

―Respecto a esto último que decís, me parece que es clave la real aplicación de la Educación Sexual Integral en las escuelas.

―Sí, pero me parece que también hay mucho abandono. Ese día en la escuela nos dijeron varias nenas de 16 y 17 años que quisieron hacer una denuncia. Fueron a la comisaría y en la comisaría les preguntaron cuántos años tenían y, como eran menores, les dijeron que no podían denunciar.

 “La mayoría de las consultas son por consumo problemático; las madres vienen desesperadas”

―¿No las dejaron hacer la denuncia?

No les tomaron la denuncia. Les dicen: “Tenés que venir con tu papá”. Pero justamente el padre era el abusador. Eso vas a escuchar siempre: que en la comisaría a menores no les toman la denuncia. Ese día yo les dije que pueden venir a denunciar a mi oficina, con 16 o 17 años, sin problemas. Después se va a evaluar la capacidad.

―¿Cómo evaluarías el nivel de conflictividad del barrio Güiraldes y las zonas aledañas?

―El nivel de conflicto y vulnerabilidad es muchísimo.

―¿Qué tipos de conflictos se ven?

Vecinales, en su mayoría. Y ahí es donde se hace el quiebre porque muchas cosas son competencia del Juzgado de Paz, como el tema de la basura y entredichos. Lo que es penal sí lo tratamos nosotros. Hay mucha violencia de género, muchos robos, abuso sexual. Como en cualquier lado, pero acá se agrega el tipo de barrio que es.

―De las denuncias que te llegan, ¿qué cantidad se pueden resolver sin la intervención judicial?

Un montón. Igual nosotros tenemos la mediación penal. Cuando envío la denuncia a mesa de entrada de fiscalía, ya consigno en la denuncia si quieren mediar o no. Eso está bueno. Tengo la obligación de preguntarles. Y si ellos ya contestan que sí, que quieren mediar, ellos mandan a mesa de entrada y luego interviene la gestora de mediación. Ese es el paso previo antes de que ingrese a fiscalía. Y muchas cosas se solucionan así. Hay muchas causas que se archivan porque se medió y se hace un archivo provisorio mientras se soluciona la mediación.

―Así como hay un sector de la sociedad que descree de la Justicia hay otro que piensa que hay que judicializar todo.

Claro. No todo es denunciable ni para investigar. Por eso yo le aclaro a la gente. Te pongo un ejemplo: la mayoría de las consultas que vienen acá son por consumo problemático. Las madres vienen por los hijos. Vienen desesperadas. Eso tengo por día una cantidad. Pero no tiene nada que ver con lo que yo hago.

―¿Qué te dicen las madres? ¿Qué consumen los chicos?

Cocaína, marihuana, todo. Lo que te imagines. Los que vienen son los casos extremos porque los hijos les roban. Generalmente vienen a denunciar eso. Para el Código Penal no es punible el robo de un hijo a una madre. Partamos de ahí. Yo no le puedo tomar la denuncia por eso. Yo podría, pero se la van a archivar. Y yo prefiero ayudarla a tratar… Pasa que no se quieren internar. Eso es lo que tenemos más en la oficina. Estoy ahora con algunos asesores comunitarios de La Rubita. Estamos en contacto y tratamos de darle alguna solución, pero el tema es que no se quieren internar. No podés venir a hacer una denuncia porque tu hijo consume y se quiere suicidar. Eso no es algo de la justicia penal.

―¿Y ahí qué hacés? ¿Derivás a Desarrollo Social?

Claro. Y mi trabajo termina ahí. Hacemos esa función de asesoramiento penal y tratamos de derivar al organismo, de contactarla con las personas que las puedan ayudar. Pero no todo es judiciable porque sería imposible.


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