El primero de los 11 homicidios por los que fue condenado el mayor asesino múltiple de la historia criminal argentina ocurrió en Olivos el 3 de mayo de 1971; el mes próximo cumplirá medio siglo preso.
Miércoles, 19 de enero de 2022
Por Gustavo Carabajal
Carlos Eduardo Robledo Puch y su cómplice y amigo, Jorge Antonio Ibáñez, saltaron la pared de la playa de estacionamiento vecina e irrumpieron en el local de venta de repuestos de automóviles “Gino”, situado en Ricardo Gutiérrez al 1500, a menos de media cuadra del edificio de la Municipalidad de Vicente López. Dentro del negocio encontraron al sereno, José Bianchi, y a su esposa durmiendo. El hombre nunca los vio venir. Robledo Puch lo mató de dos balazos. El estruendo de los disparos despertó a la esposa del sereno. Entonces, Robledo Puch disparó otros dos balazos contra la mujer que, malherida, fue violada por Ibáñez. Con la seguridad de haber cumplido su faena asesina, Robledo Puch e Ibáñez abandonaron el local. Antes de marcharse, se llevaron $ 350.000 en efectivo que la pareja guardaba en el placard y una palanca de cambios de Fiat 600.
La esposa del sereno sobrevivió. Se arrastró hasta la vereda y pidió auxilio. Cuando los policías le tomaron declaración en el hospital recordó que un chico de cabello rubio y rulos le había disparado. Fue el 3 mayo de 1971. Fue el primero de los 11 homicidios por los que Robledo Puch, conocido como El Ángel de la Muerte y que hoy cumple 70 años, fue condenado a reclusión perpetua. Lleva casi 50 años preso.
Uno de los homicidios que le adjudicaron a Robledo Puch, pero cuya responsabilidad nunca fue probada, fue la muerte de su amigo Ibáñez. Ambos venían de dos noches sin dormir. Robledo Puch conducía alta velocidad la cupé Dodge GTX por el resbaladizo empedrado de Cabildo. Al llegar a la esquina de Congreso perdió el control del vehículo y chocó contra un taxi estacionado.
“Me desperté con el auto destruido del lado que viajaba Ibáñez. No me maté de casualidad. Pegué la cabeza contra el volante y el parabrisas”, confesó, casi cincuenta años después, Robledo Puch a un guardiacárcel.
Todavía aturdido por la violencia del golpe, Robledo Puch, alcanzó a correr el cuerpo el Ibáñez y colocarlo en el asiento del conductor. Con esta maniobra evitó que le adjudicaran otro homicidio.
El hecho fue calificado como homicidio culposo y el sumario se instruyó en la por entonces comisaría 35a. de la Policía Federal. Tuvieron que pasar más de seis meses para que los efectivos de dicha seccional se dieran cuenta de que el joven involucrado en el choque, rubio, de rostro aniñado y físico esmirriado, era un asesino múltiple que había cometido seis homicidios junto con su amigo fallecido.
Aunque existían elementos que fundaron la presunción que Ibáñez fue la víctima número doce de Robledo Puch, el Ángel de la Muerte nunca fue indagado ni condenado por este homicidio.
Tampoco lo condenaron por otros hechos ocurridos en la misma época, entre mayo de 1971 y febrero de 1972, cuando se registraron los once asesinatos por los que fue condenado.
Homicidios sin resolver
Durante la disertación realizada luego de recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Morón, el médico legista Osvaldo Raffo se refirió a una conversación con Robledo Puch en la que el asesino múltiple le describió su relación con Ibáñez.
Según el reconocido médico legista, Robledo Puch le describió otros dos crímenes. En uno, habría atropellado a una mujer con su automóvil y, en el restante, le disparó a un vecino de Boulogne que esperaba el colectivo. En ambos casos, el Ángel de la Muerte afirmó que cometió esos ataques porque Ibáñez se lo pidió.
Esta necesidad de Robledo Puch de responsabilizar a otros para salir del foco de la acusación quedó expuesta en las horas posteriores a su detención, en febrero de 1972.
Según un exfuncionario del juzgado del magistrado Víctor Sason, Robledo Puch afirmaba hasta el cansancio que había cometido los crímenes porque Ibáñez se lo ordenó. “Ibáñez ejercía una influencia que lo doblegaba, era la única persona a la cual se sometía”, explicó el exfuncionario judicial de San Isidro que participó de la indagatoria a Robledo Puch.
Una actitud similar expuso Robledo Puch ante este cronista durante la entrevista realizada en el penal de Sierra Chica, en junio de 2008. Cada vez que podía, el Ángel de la Muerte salía del centro de la escena para responsabilizar a Ibáñez y Héctor Somoza por los homicidios. Ibáñez se salvó de ser condenado por los homicidios que cometió con Robledo Puch porque murió. Ambos fueron responsables de los asesinatos del sereno Bianchi; de los encargados de la boite Enamour, Manuel Godoy y Pedro Mastronardi, a los que sorprendieron dormidos; Juan Scattone, custodio de un supermercado de Olivos; Virginia Rodríguez y Ana María Dinardo.
Robledo Puch mataba a traición. A Bianchi, Godoy y Mastronardi les disparó mientras dormían. Sobre esta circunstancia fue interrogado en el juzgado por uno de los funcionarios del tribunal quien le preguntó por qué los mató cuando dormían. “Qué pretendía. Que los despertara para dispararles”, respondió el Ángel de la Muerte, según relató el empleado del juzgado.
La influencia que ejercía Ibáñez sobre Robledo Puch también quedó expuesta en los asesinatos de Rodríguez y Dinardo.
“Ibáñez y Robledo Puch se aprovecharon que Rodríguez era una mujer vulnerable. Vivía sola en Buenos Aires. Su familia se había quedado en Tucumán. Deambulaba por una calle de Martínez cuando la vieron y le ofrecieron una importante cantidad de dinero a cambio de sexo. La joven abordó la cupé GTX. Cuando llegaron a la Panamericana, Ibáñez le ordenó a Robledo Puch que detuviera la marcha y descendiera del auto porque le molestaba su presencia. Luego, abusó sexualmente de la joven. Robledo Puch no se retiró del lugar. Se quedó al costado del vehículo para observar cómo su compañero violaba a Rodríguez. Minutos después, Ibáñez empujó de la cupé GTX a Rodríguez, quien intentó escapar. En ese momento, Robledo Puch, dejó que la joven recorriera diez metros, se acercó, le disparó por la espalda y la mató”, recordó el exfuncionario judicial que participó de las reconstrucciones de los homicidios.
Robledo Puch e Ibáñez aplicaron el mismo método para engañar a Dinardo. La interceptaron cuando salía de un boliche de Olivos, la siguieron y le ofrecieron dinero. Al llegar al final del recorrido marcado por Ibáñez, el cómplice de Robledo Puch se pasó al asiento trasero y atacó sexualmente a Dinardo.
Pero, según fuentes judiciales, a diferencia de Rodríguez, Dinardo, que había sido modelo y practicaba artes marciales, se defendió. Le aplicó un certero golpe de karate a Ibáñez, hasta que el delincuente, con más fuerza y bajo los efectos de estupefacientes doblegó su resistencia, le arrancó la ropa y la violó.
Robledo Puch, que en esta oportunidad no descendió del automóvil y se quedó en el asiento delantero para observar cómo su amigo violaba a la joven, también recibió algunos golpes de Dinardo.
Enfurecido, el Ángel de la Muerte, empujó a Dinardo fuera de la cupé, la obligó a que caminara y le disparó por la espalda hasta matarla. Igual que había hecho con Rodríguez.
Un camino de sangre
Con Ibáñez muerto, Robledo Puch se acercó al mencionado Somoza y, en noviembre de 1971, agregó otro eslabón a la cadena de asesinatos que comenzó con el homicidio de Bianchi.
El 15 de noviembre de ese año, Robledo Puch y Somoza asaltaron el supermercado Rolón, de Boulogne y mataron al sereno Raúl Delbene. Estaba de turno el juez Sason, que le dedicó especial energía a la investigación del expediente N°10.530.
Para esa época, las presunciones de Robledo Puch sobre el mal aura de Somoza se confirmaban: con su nuevo compañero no obtenía el mismo dinero que estaba acostumbrado a conseguir con Ibáñez.
Dos días después, robaron en una agencia de autos situada en Avenida del Libertador al 1900 y mataron al sereno Juan Carlos Rosas. La investigación de este homicidio también quedó en manos del juez Sason. La descripción del homicidio, realizada por los policías que iniciaron el sumario N°12.072, alertó al magistrado. Tanto Delbene como Rosas eran serenos; ambos fueron asesinados mientras dormían.
Pasó una semana para que Robledo Puch y Somoza volvieran a atacar. Irrumpieron en otra agencia de autos: Puigmarti, situada en Santa Fe al 1000, en Martínez. Luego de matar al sereno Serapio Ferrini huyeron con un millón de “pesos ley” que había en la caja fuerte. Aunque fue un golpe exitoso por el monto, Somoza nunca lograría ganarse la confianza de Robledo Puch.
El 3 de febrero de 1972, Robledo Puch y Somoza entraron en la ferretería Masseiro, de Carupá, y asesinaron al sereno Manuel Acevedo. Cuando estaban por violentar la caja de seguridad, por una cuestión que jamás se pudo develar, Robledo Puch mató a su cómplice. Al día siguiente, Robledo Puch fue detenido, merced a que fue señalado por la familia de Somoza.
En 1980, los jueces José Ignacio Garona, Bernardo Rodríguez Palma y Roberto Borserini, condenaron a Robledo Puch a reclusión perpetua y le impusieron la cláusula de la accesoria por tiempo indeterminado. Actualmente, el Ángel de la Muerte está detenido en el penal de Olmos y el mes próximo cumplirá 50 años preso.
Fuente: La Nación