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¿Qué es y cómo se hace una autopsia? ¿En qué casos se las realiza? ¿Cómo se determina la mecánica de la muerte una persona? LITIGIO recorrió las instalaciones del área de tanatología del Instituto de Medicina y Ciencias Forenses (IMCIF) del Poder Judicial del Chaco y dialogó con el perito, Carlos Zárate, para responder estas y otras dudas respecto al intenso y poco conocido mundo de las necropsias.    

Martes, 2 de noviembre de 2021

Por Bruno Martínez

En su vida, Carlos Zárate vio mucha muerte. Demasiada. Pudo ver cadáveres de personas asesinadas, suicidadas, accidentadas. De todo. Con las heridas que uno se pueda imaginar, en el estado en que uno no se imagina. Él dice que, a esta altura, tras tantos años de trabajar con los muertos, casi nada lo conmueve. No podría realizar su oficio, sino.

Excepto cuando se trata de niños que mueren por descuidos dentro de sus propias casas, en tontos accidentes. Esas autopsias son especialmente duras. Un familiar que se distrae, el bebé curioso que corretea, tropieza y termina ahogado en un pozo de un metro y medio de agua.

Y también, dice, lo afecta ver los cuerpos de adolescentes que se suicidan. Muchos de ellos, con el corazón roto antes del final. En ambos casos, lo que está de fondo es el sinsentido de un proyecto de vida que queda trunco de manera tan prematura. Cuando los padres entierran a los hijos: la ruptura de toda lógica. Y lo que queda, para los familiares, para los amigos y para el propio Zárate, es un espeso ruido blanco que se queda impregnado en el cuerpo. Parecido al silencio.

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Es un viernes de octubre por la tarde en Resistencia. El lugar: ruta 11, kilómetro 1008, Instituto de Medicina y Ciencias Forenses (IMCIF) del Poder Judicial del Chaco. Esta institución, que dirige Gabriela Lamparelli, existe desde septiembre de 2008 y es considerada un polo de referencia nacional e internacional en la investigación criminal científica.

Entre sus funciones está la de asistir a las autoridades judiciales con pericias para establecer, entre otras cosas, la causa y modo de muerte; documentar y preservar la evidencia relacionada con la víctima y el agresor y aportar evidencia para casos de intoxicaciones o para identificar manchas de sangre, semen o saliva. El sector pericial está conformado por Medicina y Odontología Forense, donde se encuentran los sectores de Tanatología, Patología Forense y Odontología Forense. Y el de Química Forense, donde están los laboratorios de Química Legal, Toxicología Forense y Biología Molecular.

Hoy, Carlos Zárate es el encargado de acompañar a LITIGIO a través del área de Tanatología. Tiene cabellos entrecanos, anteojos de marco fino, está enfundado en su guardapolvo y un barbijo celeste le cubre el bigote blanco.

Este médico forense es un hombre de 65 años, con 40 de experiencia y cinco como integrante del staff del IMCIF. Gran parte de su carrera como médico cirujano y legista la hizo en la localidad formoseña de Clorinda, donde empezó atendiendo a pacientes y, por una cuestión de falencias, (se necesitaba un forense en el pueblo) se especializó en esto de averiguar de qué mueren las personas. Se lo ve muy predispuesto para la entrevista y didáctico en sus explicaciones. Sin embargo, no profundiza ni menciona casos puntuales en los que le tocó intervenir. El estricto reglamento interno del IMCIF se lo prohíbe. Cuando se le pregunta, dice que no se acuerda.

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Tanatología está conformada por ocho personas, divididas en dos equipos. Cada equipo lo componen un médico o médica forense, un radiólogo, un eviscerador (quien abre los cuerpos) y una persona encargada de la limpieza.

Los cadáveres que ingresan a tanatología del IMCIF lo hacen a través de una puerta lateral que da hacia el garage. La puerta de doble hoja tiene un discreto cartel que dice “MORGUE”. Esa entrada debe quedar siempre libre.

Un cuerpo puede llegar a cualquier hora. Si es a la madrugada o si el equipo está trabajando en otro caso, queda depositado en cámaras mortuorias que los mantienen refrigerados. Aquí hay cuatro cámaras que pueden contener cuatro cuerpos en simultáneo.

Cuando se inicia el trabajo forense, ordenado por el fiscal que lleva el caso, se le debe tomar al cuerpo fotografías secuenciales. Es decir: no interrumpir en ningún momento el registro del procedimiento ni realizar cortes abruptos.

La primera toma es del cuerpo tal cual llega al IMCIF: con ropa, con sangre, con cosas anudadas al cuello, con cadenas, aritos, con lo que tenga. Posteriormente se realiza una serie de radiografías con un equipo portátil. El médico forense es el encargado de guiar al radiólogo respecto de cuáles imágenes deberá obtener. Se sacan tantas como sean necesarias. Luego, el cuerpo pasa a la sala forense.

El lugar donde se realizan las necropsias tiene una inquietante paleta de colores monocorde: en esta habitación todo es blanco y gris cromo. Aquí, todo brilla bajo las intensas luces blancas de los fluorescentes, sobre todo la mesa de autopsias que está en el centro. Junto a ella, hay una balanza electrónica, donde se pesan los órganos, y otra donde se pesa el cuerpo entero. Del cielorraso cuelga además un gran brazo de metal que tiene en su extremo potentes luces para iluminar en detalle.

En la pared, pegados con cinta, hay afiches con especificaciones de cómo y qué tipo de muestras se deben recolectar para cada laboratorio y un gran pizarrón blanco donde se aclara cuál es el código que tendrá el cadáver que ingrese. Más allá de lo que diga su DNI, ese será su nombre burocrático dentro del sector de tanatología. Hoy, por ejemplo, el próximo cuerpo que ingrese tendrá el código “167TA/2021”.

Acá también se ve una sierra de mano, máscaras de acetato, barbijos especiales con filtros y botellones con formol. Y también se siente un olor. Ese olor particular: entre fermentado y ácido. Similar al que se percibe en algunos sanatorios. No es abrumador, pero para el visitante es una presencia extraña. Ese olor, en realidad, es una suma: en parte, de los cuerpos que llegan y en parte de los antisépticos que se arrojan.

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En la sala de autopsias se hacen dos tipos de pericias anatómicas: el examen externo y el interno. El examen externo del cadáver comienza con la descripción de las vestimentas, adornos y otros elementos. En el artículo “La autopsia médico legal” (2004), el Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia de la Nación aclara que la investigación de las ropas resulta de importancia en heridas penetrantes por armas blancas o proyectiles de armas de fuego.

Durante este procedimiento se debe explorar las efracciones que los elementos penetrantes hayan producido. Tiene importancia también la observación de elementos compatibles con productos de la deflagración de la pólvora o percibir si las ropas de una persona quemada o carbonizada desprenden olor a combustible.

Se realiza también la descripción de la dentadura y fichaje de las huellas dactilares, útil para la identificación de cadáveres no identificados, y de las señas particulares, como cicatrices y tatuajes.

El examen cadavérico es muy importante porque a través de signos del cuerpo se intenta establecer aproximadamente el tiempo transcurrido desde la muerte. Para esto se analiza la rigidez, la deshidratación, las livideces y la temperatura cadavérica. Para complementar estas observaciones muchas veces resulta útil la extracción y el análisis del humor vítreo, que es la sustancia que llena el interior del globo ocular.

En cuanto al examen traumatológico, este consiste en la descripción de cada una de las lesiones que se observan. El detalle de cada lesión se hace por separado, consignando el sitio en que está ubicada y las características.

En los casos de heridas por proyectil de arma de fuego o heridas de arma blanca, la descripción de la lesión continúa con el detalle de los hallazgos del examen interno. Se toma una muestra de piel con la lesión.

Si el caso lo amerita, se puede realizar además una investigación de material biológico o inorgánico en las uñas del cuerpo. Para la investigación de drogas o esperma se utilizan hisopados. También se toman muestras para detectar si hay pólvora en las manos.

Una vez completados estos exámenes, la autopsia continúa con la apertura del cadáver. Como detalla la periodista Sol Amaya, en una nota publicada en La Nación, generalmente se empieza por la cabeza, lo que se conoce como tiempo craneal. Y luego, con el tiempo toracoabdominal. Durante este proceso se buscan lesiones y hematomas internos. También se examina para detectar proyectiles u otros elementos extraños. En el caso de la cabeza, se limpia el hueso, se saca la calota craneana, se examina el cerebro.

Del examen interno se hace un “pool” de vísceras, con muestras de cada una, que luego servirá para un análisis toxicológico y de anatomía patológica (para constatar lesiones o enfermedades). También se toman muestras de sangre, para análisis toxicológico e inmunohematológico (grupo, factor y ADN). Por otra parte, se toma una muestra de orina, pinchando la vejiga. También se puede sacar muestras de contenido gástrico.

Completada la evisceración y realizado el estudio macroscópico, la autopsia debe contener la descripción de los estudios complementarios solicitados a los distintos laboratorios sobre las muestras extraídas.

Finalmente, se realiza un informe dirigido al fiscal del caso donde se detalla lo que se encontró, las muestras que se requirieron para analizar, las radiografías que se tomaron y las recomendaciones para profundizar en tal o cual pista. Una vez concluido el procedimiento, se cierra el cuerpo y se lo prepara para entregárselo a los deudos.

“Nosotros tenemos un screen inicial: donde se dice «investígame esto y esto». Pero por ahí salta que hay otra cosa más”, cuenta el doctor Zárate. “Ahí pedimos al laboratorio que se investigue si hubo veneno, por ejemplo, porque en el momento de la autopsia sentí un olor particular. O a veces el fiscal sabe algo más y nos dice: «Miren que lo encontraron con un tarro de órgano fosforado». Entonces, tenemos que investigar eso. Además, no siempre significa que, si yo estoy acá, con un tiro en la cabeza y un arma al lado, eso fue la causa de la muerte. No todo lo que es evidente realmente es así. Lo que tenemos que investigar es lo contrario. Lo no evidente”, remarca.

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Se piensa en la muerte como una cuestión estática. Un punto final. Pero se está muy lejos de ser así. En su libro “La Autopsia” (2005), el criminólogo boliviano, Jorge Núñez Arco, explica que la muerte es un proceso y, por lo tanto, no todos los sistemas vitales dejan de funcionar a la vez.

Con la muerte, sobrevienen distintos fenómenos cadavéricos que son las transformaciones que suceden en un cadáver por influencia del ambiente. Se distinguen los fenómenos tempranos y tardíos. Los tempranos incluyen a la acidificación tisular, el enfriamiento cadavérico (algor mortis), deshidratación cadavérica, livideces o hipóstasis (manchas que aparecen por acumulación de sangre), rigidez y espasmo cadavérico. Y los tardíos comprenden a los fenómenos cadavéricos destructores como son la autolisis, la putrefacción y antropofagia cadavérica.

En Argentina, el artículo 23 de la Ley 24.193 de Trasplantes de Órganos y Materiales Anatómicos, establece que el fallecimiento de una persona se considerará tal cuando se verifiquen de modo acumulativo los siguientes signos, que deberán persistir ininterrumpidamente seis horas después de su constatación conjunta: a) Ausencia irreversible de respuesta cerebral, con pérdida absoluta de conciencia; b) Ausencia de respiración espontánea; c) Ausencia de reflejos cefálicos y constatación de pupilas fijas no reactivas; d) Inactividad encefálica corroborada por medios técnicos y/o instrumentales adecuados a las diversas situaciones clínicas, cuya nómina será periódicamente actualizada por el Ministerio de Salud y Acción Social con el asesoramiento del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI). La verificación de los signos referidos en el inciso d) no será necesaria en caso de paro cardiorespiratorio total e irreversible.

Desde el punto de vista de la medicina forense, se puede establecer tres tipos de muerte: la violenta, la natural o la sospechosa de criminalidad. La primera es producida por un agente externo. La vida se interrumpe por un proceso no natural, generalmente obedece a un mecanismo traumático o una fuerza extraña que irrumpe violentamente en el cuerpo. Podrían ser causados por agentes físicos, como electricidad industrial o natural (un rayo), por calor o por frío, por radiaciones, por presiones y por intoxicaciones. Y por agentes traumáticos, como ser heridas, contusiones, asfixias, sumersiones y estrangulaciones.

La muerte natural, en tanto, es aquella que aparece como resultado final de un agente “morboso o patógeno”, en el que no hay participación de fuerzas extrañas. Las causas más frecuentes son tumorales, infecciosas, vasculares y degenerativas.

La muerte sospechosa de criminalidad, a su vez, se produce cuando surge la duda o la sospecha de que el fallecimiento de la persona fue provocado en el marco de un crimen, en el cual no hay traumatismos, o si los hay, son mínimos o dudosos. En este grupo se incluyen la muerte súbita, muerte por inanición (como efecto de la privación de alimentos), muerte por inhibición (sobreviene ante un estímulo periférico relativamente simple y, por lo común, inocuo) y la muerte por anafilaxia (reacción alérgica grave a un químico que se convierte en alérgeno).

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—¿Qué peso tiene la experiencia en el trabajo que usted hace? — pregunta LITIGIO al doctor Zárate.

—Conocimiento y cantidad de causas siempre ayudan. Pero no significa que por tener experiencia uno sabe todo. No existe eso. Es mentira. O a veces el más experto puede decir: “Este se ahorcó”. Casi seguro que uno puede acertar en eso, pero igual se tiene que demostrar. Quien no te dice que le taparon la nariz y solamente quedó una huella que parece que se hubiera colgado. Sí o sí hay que investigar. Justamente ahí está el secreto de la medicina forense: investigar lo que no se ve. El que cree que lo sabe todo porque vio mil autopsias ahí es donde se puede cometer errores.

—¿Qué importancia tiene en una causa judicial el trabajo de los peritos forenses?

—Puede ser determinante para decir si fue una muerte natural o una muerte violenta. Nosotros solamente orientamos a los fiscales. Podemos decir: “Mire fiscal, de acuerdo a mi investigación, esta es una muerte natural”. Entonces la investigación tal vez se termine allí. Por ejemplo, encuentran el cuerpo de una anciana que vivía sola. Muere en la casa. Descarto signos de violencia, descarto violencia interna y descubro que tiene una cardiopatía. Bueno, ahí es una muerte natural. Yo le digo eso al fiscal. Y el fiscal es quien dirá que, si a mí me parece eso, se cierra todo acá. O no. No se sabe tampoco, porque a lo mejor hay otros detalles en la casa de la mujer que no conozco. El fiscal puede hacer caso a lo que yo diga o descartarlo.

—¿Su tarea no es vinculante, entonces?

—No es vinculante. Es más: el fiscal puede solicitar que, si no le satisface lo que yo hice, otro perito lo haga. Puede ocurrir. Lo que yo digo en una pericia es una guía, porque es mi arte o mi ciencia. No la de ellos. Pero ellos con su criterio pueden decir: “No me satisface”. O al revés. Le podría decir: “Mire, fiscal, encontramos lesiones en los pulmones, posiblemente fue estrangulado o le reventaron el hígado de una patada”. Eso es lo que yo sospecho, porque no estuve ahí. O le puedo decir: “Siga investigando, porque acá hubo una violencia”. ¿Cómo puedo ejercer una violencia? De forma activa o pasiva. Por ejemplo, encuentran a un anciano fallecido sin signos de violencia: “Listo, muerte natural”. Bueno, no sé. A lo mejor no deambulaba y a lo mejor el pariente no le daba agua porque quería cobrar la herencia. Esa es una violencia pasiva. No lo golpeé, pero no le di de comer.

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“Ver por uno mismo”. Ese es el significado etimológico de la palabra autopsia (del griego, autos, “uno mismo” y opsein, “mirar”). Por definición, la autopsia es el procedimiento médico que se realiza sobre el cadáver con el fin de determinar la causa y el mecanismo de la muerte.

El Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema distingue dos tipos de autopsias: la autopsia anatomoclínica o académica y la que se realiza en el ámbito judicial, denominada médico legal, judicial o forense.

La primera tiene como objetivo establecer la correlación entre la historia clínica y los hallazgos de autopsia. Se utiliza principalmente en la enseñanza de la medicina. En tanto que la autopsia forense se define como la que realizan por disposición de un magistrado, con médicos oficialmente designados, con el fin de establecer la causa y mecanismo de la muerte.

El Código Procesal Penal del Chaco establece en su artículo 241 que en caso de muerte violenta o sospechosa de criminalidad se deberá realizar la autopsia, salvo que por la inspección exterior resulte evidente la causa que la produjo.

A esto se denomina “autopsia necesaria”. La autopsia necesaria no requiere de la autorización de los familiares de la víctima ya que el cadáver está bajo la disposición y directivas que imparte el fiscal en turno, en el marco de una investigación de un probable delito.

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—¿Cuál fue la primera autopsia que hizo?

—No me acuerdo. Fue hace mucho.

—¿Y alguna en particular que le haya impactado?

—No. Sinceramente, no. Me impactaron más los casos de personas vivas que intenté salvar y se me fallecían. Sobre todo, si uno es médico de guardia y cae algún conocido baleado o accidentado y uno trata de salvarlo y no lo logra. O fallece después. No digo que esto, lo que hago ahora, no impacte, sólo digo que es otra etapa. La vida del médico está dedicada a diagnosticar, prevenir y curar. Saber qué tiene la persona y ver cómo puedo curar o aliviar. Y el forense trata de averiguar de qué murió. Está del otro lado del mundo.

—¿Hay algo de este trabajo que le duela?

—Lo que siempre duele es la muerte de los niños. En lo personal me afecta hacer autopsias a niños en muertes accidentales. Esas son las muertes que más me marcan. Y también sí me marcan mucho la muerte de los jóvenes por suicidios. Que es también algo que vemos mucho. La vida está llena de situaciones buenas y malas. Y como uno logra resolver el problema, o como uno logra sobreponerse… hay gente que no lo logra. Y eso lo afecta a uno.

—¿Se queda pensando en eso después o trata de dejarlo en la mesa de autopsias?

—El mecanismo es tratar de no pensar y dejarlo todo acá. A veces se logra, a veces no. Lo lamentamos, pero tenemos que seguir con esto. Si yo llevara a mis sentimientos todo lo que veo no podría vivir.

—Al comienzo de esta charla usted diferenció la persona del cadáver. Decía que son dos momentos distintos. ¿Es un mecanismo de defensa para los peritos marcar esta distancia entre una cosa y otra?

—Aún como médico tratamos de no involucrarnos en todo lo que sufre el paciente. No podemos ni debemos. Porque no vamos a sobrevivir. Si te metés en todo ese sufrimiento, no te va a dejar ejercer la profesión. Es un mecanismo de defensa. Pero eso que muestran en las películas que comen en la sala de autopsia, no. Eso es una barbaridad. Siempre las películas muestran algo típico pero ridículo: el médico forense que va en chancletas y que come ahí. Eso es mentira. Eso está prohibido porque se pueden arruinar las evidencias. Aparte, ¿cuál es el gusto de comer un sándwich en una sala de autopsia?

 


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