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Los estereotipos de género perpetúan la violencia y la discriminación, pero pueden desaprenderse. En esta nota, Carolina Szmoisz analiza cómo las normas internacionales, como la CEDAW, buscan combatirlos y por qué el verdadero cambio depende de acciones cotidianas.

Sábado, 29 de marzo de 2025

 

Por Carolina Szmoisz*

¿Las normas internacionales que protegen los derechos humanos de las mujeres son un reflejo de la realidad?

La realidad que sufrimos las mujeres a diario es la de la violencia y la discriminación. En todos los ámbitos y con todas las personas que nos rodean. A veces más, a veces menos, pero ahí está.

¿Dónde? Porque hasta nosotras, a veces podemos tener conductas que perpetúen esta violencia y discriminación.

Es cierto que las asociaciones que hacemos vinculadas al género son cuestiones culturales, relacionando ciertas características, conductas o formas de ser al género femenino y otras al género masculino, como por ej. la enfermera, el cirujano.

Pero también es cierto que a medida que pasa el tiempo, estas asociaciones se vuelven procesos automáticos que no cuestionamos. Es como si estuvieran enquistadas en alguna parte de nuestro cerebro como parte de la biología misma. Y así es.

Los aprendizajes que adquirimos desde nuestra existencia generan conexiones neuronales. Cada ser humano tiene al nacer unas cien mil millones de células nerviosas, una cantidad que va disminuyendo ligeramente a lo largo de la vida. Cuando ciertas neuronas reaccionan ante unas características que con frecuencia aparecen asociadas y que suelen dispararse de forma sincrónica, se refuerzan las sinapsis entre dichas células nerviosas y se mantienen a largo plazo.

Estas conexiones neuronales son lo que se conoce como esquemas cognitivos y así como los tenemos en relación a situaciones, también los tenemos en lo que hace a nuestra relación con los demás y es lo que llamamos estereotipos.

Los estereotipos pueden ser muy peligrosos, porque no solo afectan nuestra manera de pensar, sino que tienen un impacto directo en nuestra forma de actuar. Por ejemplo, pensar que las personas desempleadas roban, es una creencia estereotipada que puede influir en nuestra conducta, siguiendo con el ejemplo, no vamos a ayudar a una persona sin empleo porque tiene como fuente de ingreso lo que obtiene de robar.

De igual forma funcionan los estereotipos de género. Pensar que una enfermera es mujer y un cirujano hombre. Estos estereotipos, como asociar las tareas de cuidado al género femenino, se encuentran en nuestro cerebro y son esas conexiones neuronales las que siguen perpetuando la violencia, la discriminación y aumentan la brecha de género en la vigencia de los derechos de las mujeres.

La buena noticia es que la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW por sus siglas en inglés) es un instrumento que establece la lucha contra los estereotipos. Es decir, esta convención se apoya en la idea de estereotipos para establecer: 1) que los “Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para: a) Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres” (Art. 5) y 2) que “los Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer, a fin de asegurarle la igualdad de derechos con el hombre en la esfera de la educación y en particular para asegurar, en condiciones de igualdad entre hombres y mujeres: c) La eliminación de todo concepto estereotipado de los papeles masculino y femenino en todos los niveles y en todas las formas de enseñanza, mediante el estímulo de la educación mixta y de otros tipos de educación que contribuyan a lograr este objetivo y, en particular, mediante la modificación de los libros y programas escolares y la adaptación de los métodos de enseñanza” (Art. 10).

En efecto, es claro que, aunque tengamos evidencia suficiente contra los estereotipos de género -porque las mujeres hace tiempo estamos ocupando los espacios que históricamente nos fueron negados-, esto no implica cambiar automáticamente nuestras conexiones neuronales.

De hecho, que la convención establezca como acción prioritaria eliminar conceptos estereotipados del ámbito educativo, da cuenta de ello y exige enfrentar los estereotipos directamente en el ámbito en que estos se incorporan.

Así como hemos aprendido estos estereotipos en los libros de estudio, o con modelos homologados a visiones estereotipadas de género, gracias a la plasticidad de nuestro cerebro, podemos desaprenderlas e impulsar modelos distintos a partir de nuevos estímulos y la creación de nuevas conexiones neuronales.

Entonces, podemos decir que no es suficiente con que las normas reflejen la realidad y tengan el objetivo de modificar o regular conductas, sino que el desafío más grande depende de nosotros y de nuestras acciones diarias para cambiar nuestras creencias y transformar la realidad.

En definitiva, como decía Eduardo Galeano: “Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.

 

*Abogada por la Universidad de Belgrano y Doctora en Derecho por la Universidad Nacional de Rosario. Profesora de Derecho Internacional de los Derechos Humanos (UBA), profesora de Maestría en Derecho Constitucional (Universidad Técnica Particular de Loja, Universidad Estatal de Milagro, Universidad Casa Grande -Ecuador-). Conferencista internacional, autora de publicaciones nacionales y extranjeras y asesora en tesis de doctorado.

www.carolinaszmoisz.com


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