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Incertidumbre, miedo, valentía, culpa, militancia y un millón de emociones y acciones acompañan un diagnóstico de virus de inmunodeficiencia humana (VIH). “Mi diagnóstico a mí sí me define como persona, no de manera negativa, pero sí me hace pensar en la manera que pienso. Lo tomo como algo político”, dice Celeste Guzmán, referente en Tucumán de la Comunidad Internacional de Mujeres viviendo con VIH/SIDA (ICW por sus siglas en inglés).

Miércoles, 8 de enero de 2025

Ella es cordobesa y llegó a Tucumán en el 2018. Sentada en la cafetería del Virla, carga con una panza de ocho meses de embarazo y un carrito lleno de fanzines y otros productos hechos a mano. Más tarde tendrá sus revistas tendidas, junto a una caja llena de preservativos, en el tablón del stand de la feria. Celeste se presenta como “madre de dos, VIH positivo y activista por los derechos de las mujeres y niñas con VIH”.

En 2020, mientras todo el mundo se preocupaba por un virus nuevo que ocasionó una pandemia, la mujer se enteró de que tenía un virus conocido por muchos, pero del que aún hay mucha información errónea dando vueltas. El estigma que rodea al VIH aún es moneda corriente: sumado a las complicaciones de salud que trae el virus, la discriminación y desinformación dificultan el día a día de las personas que viven con VIH/SIDA. “No solamente falta la medicación, falta trabajo, falta educación, falta salud, falta dignidad”, dicen desde la Alianza Mundial contra el Estigma y la Discriminación Asociados al VIH.

La referente tucumana de ICW recibió su diagnóstico durante su primer embarazo. Hoy, después de cuatro años y con un embarazo llegando a su término, la felicidad se mezcla con culpa. Celeste decidió no dar la teta y que el parto fuera por cesárea. Cuenta con  un equipo médico que la acompaña y tiene asegurada la medicación y todos los cuidados necesarios para evitar la transmisión del virus a su bebé. La culpa aparece cuando se da cuenta de todo el trabajo médico que conlleva su parto.

Defensora de los derechos humanos desde hace muchos años, Celeste encontró su lugar y su forma de llevar el virus en la militancia. “Mi deseo realmente es que se acabe el estigma y la discriminación, de no estar pensando en quién me está mirando cada vez que digo VIH o SIDA”, dice Celeste, mirando a las mesas a su alrededor en la cafetería.

A cada feria a la que va, pone una caja de preservativos con la intención de despertar la curiosidad en la gente. “Hablen en su grupo de amistades sobre el tema”, invita Celeste. El uso de preservativos es la única manera de prevenir la transmisión sexual del virus y hacerse testeos es la manera más rápida de conocer el diagnóstico. “La gente no tiene que tener miedo de hacerse un testeo”, dice la cordobesa tucumanizada. Un testeo de VIH es solo es un pinchazo en el dedo y demora quince minutos.

Guzmán lleva todo el control de su embarazo en el Instituto de Maternidad y Ginecología de Tucumán. “Soy una persona privilegiada porque vivo en Capital”, dice. Reconoce los beneficios que esa posibilidad trae y la dificultad que tienen otras personas gestantes con VIH que no pueden acceder al mismo acompañamiento y tratamiento: en la Maternidad (Avenida Mate de Luna 1535) tiene un equipo interdisciplinario que sigue su embarazo y le toma 20 minutos llegar a la institución y atenderse. Allí encontró profesionales empáticos que la acompañan y aconsejan en todo momento. Ella puede decidir si dar la teta o no, porque tiene la información necesaria, y sabe que el papá de su bebé podría estar en la cesárea, porque tiene la información necesaria. A pesar de todos los privilegios, que deberían ser derechos garantizados para todes, con los que cuenta Celeste, aún quedan muchas cosas por cubrir. Entre ellas, y sobre todo, la incertidumbre sobre el faltante de medicación, para ella, su bebé y todas las personas con VIH en Argentina, es una constante.

Sin Estado no hay respuesta integral

En Argentina, la mayoría de las 136.000 personas que viven con VIH,  conoce su diagnóstico, y más de la mitad se atienden en el sistema público de salud. Cada año se notifican casi 5000 casos nuevos. El VIH/SIDA es una realidad en el país por lo que, asegurar el acceso a la salud y el tratamiento para todas las personas del país es una tarea de la que debe ocuparse el Estado nacional.

Hace más de dos años se aprobó la Ley Nº 27.675, por la cual Argentina se convirtió en el  país pionero en tener una norma que asegura el acceso gratuito y universal a prevención, diagnóstico y tratamiento del virus. La “Ley Nacional de Respuesta Integral al VIH, Hepatitis Virales, otras infecciones de transmisión sexual y tuberculosis” obliga al Estado a brindar medicación, preservativos, tiras reactivas, y centros de testeos, como así también a asegurar que todas las personas puedan tener un tratamiento adecuado.

El presupuesto 2025 plantea un recorte del 76% en las partidas presupuestarias destinadas al programa nacional de respuesta integral. “Las mujeres que viven con VIH en Argentina son más de 46.000. Si el presupuesto se aprueba tal como está ahora, 50.000 personas pueden quedarse sin medicación, número que cubre a toda la población femenina más disidencias”, dice la representante de ICW en Tucumán.

Este año en el país ya se vieron faltantes. Hubo personas que se vieron obligadas a cambiar de tratamiento, pacientes embarazadas sin la medicación adecuada para evitar la transmisión vertical, y la falta de preservativos y de campañas de prevención no hicieron más que empeorar la situación.  “Parezco extremista, pero es algo de vida o muerte. Si me quitan la medicación, ¿quién le va a explicar a mi vieja que yo me estoy enfermando por negligencia del Estado?”

 

Publicado en La Palta 

 


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