El juez Edmundo Rabbione se niega a reconocer el lesbicidio de cuatro mujeres en Barracas, ignorando las órdenes de investigar la violencia hacia las lesbianas y desestimando la perspectiva de género, lo que ha llevado a la única sobreviviente a solicitar su recusación.
Miércoles, 4 de diciembre de 2024
Por Adriana Carrasco
La Corte Suprema de Justicia de la Nación anuló, la pasada semana, la sentencia penal dictada contra Daniela Elizabeth Fernández. La anularon porque los jueces de la Sala 4 del Tribunal de Casación Penal bonaerense no aplicaron perspectiva de género. Daniela mató a su ex pareja, Facundo Saucedo, para defenderse de un ataque femicida. De no haberse defendido, la muerta podría haber sido ella. El caso volverá al tribunal que juzgó el caso en 2013.
Mientras tanto, a siete meses de la masacre lesbicida de Barracas, el juez Edmundo Rabbione (Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional 14) insiste en no aplicar perspectiva de género al caso. Pese a que hace tres meses la Sala 7 de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional le ordenó aplicar esa perspectiva, investigar la violencia hacia las lesbianas y llevar a cabo medidas de prueba solicitadas por Sofía Castro Riglos, la única sobreviviente de la masacre.
Lo que hace el juez Rabbione al negarse a investigar como lesbicidio el ataque mortal contra dos parejas de lesbianas en un hotel familiar de Barracas, choca de bruces con el criterio que acaba de aplicar la Corte Suprema en el caso Daniela Fernández. Son casos de profundo interés social.
Debido a esta actitud cerrada del juez Rabbione, que priva de toda justicia y toda escucha a la única sobreviviente de la masacre lesbicida, negándose a acatar la Constitución Nacional, los tratados internacionales (convenciones CEDAW y Belem do Pará, que protegen a las mujeres), las leyes nacionales, lo ordenado por la Cámara de Apelaciones, y ahora la indicación de la Corte Suprema para el caso Fernández, pero que ilumina respecto de cómo deben tratarse con perspectiva de género casos como el de Barracas, Sofía Castro Riglos solicita la recusación del magistrado.
El juez Edmundo Rabbione niega la existencia lesbiana. Busca correr el calendario a las fechas en que se consideraba que el amor lesbiano y la sexualidad lesbiana se creían imposibles, porque nada podían hacer al respecto mujeres sin hombres. No hablemos siquiera de territorios trans o no binarios.
El juez se mueve en el mundo del régimen sexual de tiempos de las catacumbas. Un mundo barbárico centrado exclusivamente en los caprichos de algunos hombres supremacistas y alejado del concierto de todas las naciones civilizadas, similar al horror que cometieron los representantes de nuestro país el 11 de noviembre, cuando la Argentina gobernada por Javier Milei fue el único país integrante de las Naciones Unidas que votó contra la resolución de la Asamblea General para eliminar y prevenir la violencia contra las mujeres y las niñas.
En el Juzgado 14 falta que vuelvan a coser los expedientes con aguja e hilo de colchonero.
Hoguera de lesbianas
En la madrugada del 6 de mayo, Justo Fernando Barrientos (67 años al momento del crimen) prendió fuego, con un elemento combustible que hizo estallar, la habitación en la que convivían la pareja integrada por Pamela Cobas (52) y Roxana Figueroa (52), y la pareja formada por Andrea Amarante (42) y Sofía Castro Riglos (49). Cuando algunas de las víctimas intentaron apagar las llamas sobre sus cuerpos arrastrándose hacia las duchas del baño –según testigos-, Barrientos las arrastró de nuevo hacia el foco ígneo para rematarlas.
Lejos se encuentra este escenario de un intento de prender fuego a todo el hotel. El único motivo evidente fue exterminar cruelmente a cuatro lesbianas. Un cuadro que histórica y socialmente remite a las quemas de brujas durante la Edad Media y la Modernidad temprana. En muchos casos las hogueras se encendían por prejuicio hacia mujeres solas que no convivían con hombres.
Como dijimos gráficamente desde un comienzo en Soy, si graniza es muy poco probable que sea porque volcó un camión con rolitos. El ataque de Barrientos fue específicamente dirigido contra la comunidad de lesbianas en situación de vulnerabilidad que habitaba una pieza del hotel familiar Canarias, ubicado en Olavarría al 1600, entre avenida Montes de Oca e Isabel la Católica, barrio porteño de Barracas. Y el juez Rabbione se niega obstinadamente a reconocerlo.
En el hotel habitaban amigos de Barrientos, incluso uno de ellos salió ante las cámaras de C5N en su respaldo a pocas horas del cometido el crimen. Barrientos solamente hostigaba a las lesbianas y ellas eventualmente se defendían como podían, sin llegar a mayores, hasta que el hombre decidió asesinarlas a todas ellas juntas, de la manera más cruel que tuvo a su alcance.
El juez Rabbione no tomó declaración a la testigo V.S., quien ante el micrófono y las preguntas de la cronista de C5N Mariela López Brown (que realizó una excelente cobertura del caso recién acontecido) dijo en vivo la madrugada del incendio, a las 6.53, “(Barrientos) lo tenía planeado. Tenía problema con ellas nada más. ¿Cómo le dicen a las mujeres así? (Hace gestos de “vuelta y vuelta” con las manos, no le sale la palabra específica). Eso, lesbianas. Quilombo nomás hacía él”. Y el marido de V.S. agrega, “homofobia”. Este matrimonio heterosexual vivía en el tercer piso, arriba de todo, en la terraza, según manifestaron aquella mañana.
Sofía debe querellar por separado
El juez Rabbione le niega a la única sobreviviente, Sofía Castro Riglos, su condición de conviviente y pareja de Andrea Amarante y el derecho a ser querellante por fuera de los reclamos de los parientes biológicos de las otras víctimas, que no estuvieron en el hotel ni padecieron el calvario que tuvo que soportar Sofía por su situación de mujer y de lesbiana, en un espacio hostil, rodeada de hombres que las consideraban “conflictivas” solamente porque no se dejaban reducir a la servidumbre sexual y doméstica.
Esos hombres obviamente no entendían buenas maneras. El acoso constante, en la vida real, no se frena sin insultos y a veces incluso hay que anteponer el cuerpo cuando los hombres se pasan de atrevidos. El emergente del runrún de algunos hombres del hotel contra las lesbianas que no se les sometían fue Fernando Barrientos, que sacó pechito y quiso convertirse en héroe vindicador de hombrías sin gloria.
Además el juez Rabbione se comporta de manera desastrosa ante la ciencia forense, en lo que respecta a la recolección de prueba. Y eso también es negar justicia. No preservó ni las habitaciones ni las pertenencias, celulares y prendas de las víctimas ni las del lesbicida. No allanó la pieza de Barrientos en busca de combustibles. No ordenó las pruebas complementarias sobre la piel y bajo las uñas de las víctimas para determinar si se defendieron y a quiénes arrojó nuevamente al fuego Barrientos.
Como sostiene la abogada de Sofía Castro Riglos, Luli Sánchez, junto con el equipo legal del Colectivo YoNoFui, la única sobreviviente “teme que el objetivo de todas estas maniobras del juez sea hacer pasar como que Barrientos quiso prender fuego el lugar, y no específicamente a las cuatro lesbianas convivientes”.
La perspectiva de género tiene rango constitucional en Argentina. No es opcional respetarla.
Hace un mes, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires colocó una placa en el frente del hotel de la calle Olavarría, en la que reconoce que allí se cometió lesbicidio. La placa dice “En este edificio el 6 de mayo de 2024 Pamela Fabiana Cobas, Mercedes Roxana Figueroa y Andrea Amarante fueron masacradas por ser lesbianas, en un ataque infundido por el odio y la discriminación, hecho que nos aleja de una sociedad inclusiva, equitativa e igualitaria. Fue lesbicidio. Justicia es que no suceda nunca más”.
Las lesbianas existimos y resistimos. Y exigimos justicia y Estado de derecho.
Fuente: Página/12