Las profesionales integrantes del Centro de Estudios Mirta Clara del SACRA-Chaco analizan el enfoque de la Ley Nacional de Salud Mental vigente en Argentina.
Domingo, 10 de noviembre de 2024
Por Glenda Duran* y Silvana Pérez**
“La ley no es un estado de paz; no es la carta otorgada por el nuevo soberano el día de su victoria, sino la batalla perpetua: el ejercicio actual de unas estrategias.”
(Miguel Morey en: Michel Foucault: un diálogo sobre el poder y otras conversaciones).
Con la sanción de la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657 en el año 2010 la Argentina comienza una modificación muy importante: aparecen nuevos paradigmas y fundamentos en el campo de la Salud Mental. Se erige como un marco que nos invita a repensar cómo abordamos el sufrimiento de quienes enfrentan padecimientos mentales.
Está atravesada por el enfoque de derechos: ubica los derechos de las personas con padecimiento psíquico en un primer plano, representando así una reacción a la tradicional manera de considerar al paciente como minusválido, falto de razón y conciencia, necesitado de la tutela y el control médico.
La salud mental es un componente esencial de nuestro bienestar integral y debe ser comprendida desde una perspectiva que priorice la dignidad humana.
La realidad que enfrentamos es compleja y diversa. En un mundo donde la existencia se ha vuelto maquinal y productiva, el sufrimiento humano a menudo queda relegado a un segundo plano. Nos encontramos en una sociedad que, por momentos, parece incapaz de soportar la diferencia, que tiende a expulsar a aquellos que no se ajustan a los moldes de lo “normal”.
Sin embargo, es fundamental recordar que todas y todos, en algún momento de nuestras vidas, podemos experimentar sufrimientos mentales. Reconocer esto nos obliga a reconsiderar nuestra actitud hacia la otra y el otro.
Un aspecto central de la intervención en salud mental es el apoyo de las personas que nos rodean. La actitud compasiva se vuelve un acto fundamental: comprender, escuchar y generar estrategias para aliviar el sufrimiento de las personas debe ser el eje central.
Lo que nos enferma es la desconexión con otras y otros. Es en la conexión donde encontramos la posibilidad de sanar. El lazo humano es lo que permite enfrentar el sufrimiento de manera integral y conjunta.
También es crucial cuestionar los prejuicios que rodean a la salud mental. La noción de que “la enfermedad mental es algo que uno elige” es una simplificación dañina que perpetúa la exclusión y la estigmatización. Al afirmar que “es así porque quiere”, entramos en una dinámica de guerra y defensa, donde la otra persona es vista como un enemigo, en lugar de un ser humano que necesita apoyo. Debemos desmantelar estos mecanismos expulsivos que nos alejan de la compasión. En esta búsqueda por una vida digna, la inclusión se vuelve un imperativo.
La salud mental debe ser pensada en el hilo de la vida cotidiana, en los espacios de trabajo, en las escuelas, en nuestras comunidades. Generar un diálogo empático nos permitirá crear entornos donde podamos coexistir, donde la diversidad de maneras de existir sea celebrada y no rechazada.
La Ley 26.657 nos recuerda que el derecho a la salud integral no es solo un objetivo, sino un proceso que requiere nuestro compromiso y acción. En un contexto donde la tendencia a la unificación y la masividad parece prevalecer, debemos trabajar activamente para recuperar la diversidad y complejidad de la experiencia humana.
Al final del día es un asunto que nos involucra a todas y todos. A través del apoyo comunitario encontraremos el camino hacia una sociedad más inclusiva y compasiva. Reflexionemos y actuemos en consecuencia, porque el sufrimiento humano debe ser una responsabilidad compartida y el camino hacia la salud mental implica, indudablemente, una mirada plural y un compromiso con la diversidad.
Atreverse a pensar en el marco de los nuevos paradigmas en el campo de la Salud Mental no puede ser tarea solamente de políticos y sanitaristas. Los derechos conculcados de los pacientes internados o aún de aquellos que reciben atención en el sistema son responsabilidad del Estado, pero también del resto de la comunidad.
*Médica especialista en Salud Mental
**Licenciada en Psicología y Psicoanalista