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Se desarrolló este jueves en Charata la cuarta audiencia del juicio oral y público por la muerte en custodia de Leandro Bravo por la cual cuatro agentes policiales son juzgados por el delito de tortura seguida de muerte. La jornada estuvo signada por la declaración de los peritos forenses que intervinieron en la primera autopsia y en la reautopsia que provocó un rotundo vuelco en la investigación del caso. La directora del IMCIF, Gabriela Lamparelli, completará su exposición este viernes, en la última jornada de testimoniales antes de los alegatos. 

Jueves, 17 de octubre de 2024

Por Valeria Romero*

En primer término, expuso el médico forense Hugo Rodríguez, quien en todo momento tuvo un tono entre enojado y a la defensiva, además de que no completaba algunas frases. Se presentó con una copia de su informe preliminar y un libro sobre muertes en custodia. Del testimonio de Rodríguez quedó en claro practicó la autopsia bajo la presión del fiscal Hugo Baigorrí, a pesar que él le manifestó que no contaba con los elementos ni con las condiciones necesarias y que las heladeras no andaban. Su sugerencia fue que se hiciera en otra localidad.

La única información que le dio el fiscal fue que el fallecido había querido entrar a robar a una casa, por ello el perito manifestó que comenzó a buscar lesiones compatibles con torceduras, caídas o raspones. Pero que le llamaron la atención las lesiones que Bravo tenía en el hombro. En las fotos se apreciaba que eran dos círculos color borravino. El testigo dijo que había practicado muchas autopsias pero que cuando vio esas lesiones no tenía ni idea con qué se pudieron provocar. Pensó que podía tratarse de un golpe contra una pared. Nunca tuvo información del traslado ni de que lo subieron a una camioneta boca abajo.

Las escoriaciones, raspaduras que tenía Bravo en el pómulo derecho, eran compatibles con movimientos de un choque contra una zona dura, aclarando el perito que parecía que lo hubieran arrastrado y movido la cabeza en forma circular contra esa superficie dura. En la espalda y la cadera tenía otras escoriaciones que podían ser producidas por arrastre. Esas lesiones fueron en vida.

Al no tener todos los elementos, aclaró que el examen fue de lo que pudo observar ya que no podía hacer análisis ni otros exámenes. No tenía para sacar radiografías ni sierras, por ejemplo.

Cuando observó el corazón encontró algunas manchas blancas y que eran más grandes de lo normal. Para el médico, esto podía ser compatible con una patología que podría haber causado una arritmia y en una situación de estrés, como la detención que puede producir mucha adrenalina lo que llevó al paro cardiorespiratorio.

Ante una de las preguntas que le hizo la querella del Comité para la Prevención de la Tortura, sobre si conocía y si pudo aplicar el protocolo Minnesota, Rodríguez exhibió el libro que llevaba y lo agitó un poco en el aire para luego arrojarlo fuerte contra el piso.

Aclaró que lo único que sabía es que era una muerte en custodia y por eso comenzó a buscar algunas señales porque no es bueno hacer una autopsia en blanco. También reconoció que no tuvo ninguna injerencia en la cadena de custodia de las muestras de tejido que mandó a analizar y que de eso se ocupó el fiscal Baigorrí.

A su turno, el médico traumatólogo Daniel Burman, quien ofició como perito de parte, contó que llegó a la autopsia por pedido de un conocido y para suplantar a otro médico que no estaba en Charata. Que la última vez que había presenciado una autopsia fue cuando era residente.

Tomó conocimiento de que la muerte fue en custodia por las marcas que le dejaron las esposas en las muñecas. También le llamaron la atención las lesiones en los hombros de Bravo y que para él eran compatibles con quemaduras y que ese día hacían cuarenta y cinco grados a la sombra.

Le preguntaron si esas lesiones podían causar dolor a lo que el testigo estimó que sí pero que le resultaba difícil decir cuándo fueron hechas, que podrían haber sido post mortem. Llamó la atención sobre las lesiones del rostro y concluyó que todas ellas se podrían haber generado de ejercer cierta fuerza y ponerlo boca abajo sobre algo caliente.

Reveló que examinó el cráneo y que concluyó que no había fisuras o traumatismos, aunque tomar radiografías ni realizar cortes porque no contaba con el instrumental para hacerlo. También recordó que durante la autopsia le dijeron que Bravo consumía estupefacientes, pero no sabía precisar quién le dio esa información.

Por último, le tocó el turno a la directora del Instituto de Medicina Forense del Poder Judicial del Chaco, Gabriela Lamparelli, quién estuvo a cargo de la reautopsia que permitió dar un vuelco a la investigación. Su testimonio fue interrumpido a las 13 en punto ya que el tribunal advirtió que el alquiler de los equipos para registrar la audiencia solo habían sido alquilados hasta esa hora. La especialista completará su declaración testimonial este viernes, en la que se prevé la última jornada de testimoniales antes del inicio de los alegatos de las partes.

 

*Desde Charata, enviada especial de LITIGIO.

 


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