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Durante las dos primeras jornadas del juicio por el caso Bravo, el abogado defensor César Collado reincidió con su estrategia de desacreditar la intervención de la perito Virginia Creimer durante la instrucción del caso. Afuera, “manos extrañas”  rayaron el vehículo de los familiares de la víctima y se construye un clima que busca convertir en víctimas a los presuntos victimarios. 

Miércoles, 16 de octubre de 2024

 

Por Valeria Romero* 

Si hay algo que caracterizó la investigación de la muerte en custodia de Bravo fueron las chicanas mediáticas de la defensa de los policías acusados. El doctor César Collado es el abogado que encabeza la estrategia en cuestión y durante el desarrollo del juicio sigue demostrando que no la abandonará.

De arranque, la defensa realizó un pedido de nulidad de una prueba que involucra a la doctora Virginia Creimer, perito de parte incorporada por la querella del Comité para la Prevención de la Tortura. Con una argumentación repetida anteriormente en distintos estados de la causa y rechazada por el Juzgado de Garantías, volvió a cuestionar los honorarios que se le pagaron y la idoneidad de la misma.

El presidente del tribunal de juicio, Juan Carlos Clauter, no tuvo reacción y consintió que las argumentaciones vagas, con poca pertinencia, se desarrollaran con total normalidad. Las respuestas no se hicieron esperar y casi en el mismo tono.

Pero, afuera del recinto, se desarrollaron una serie de incidentes que obligaron a modificar las medidas de seguridad del recinto para la segunda jornada.

Durante la mañana del lunes el tránsito estaba restringido en los alrededores del SUM del Poder Judicial, donde se realiza el debate. Así que los familiares de la víctima debieron estacionar su vehículo a unas dos cuadras del lugar. Al volver al mismo, en horas del mediodía, lo encontraron rayado en toda su extensión, por ambos lados.

Además, familiares de los policías acusados se sacaron fotos con la gran cantidad de personal policial y de bomberos uniformados apostados en la vereda del edificio. En teoría era para reforzar la seguridad, pero más bien parecía que la actitud era la de una simpatía que queda afuera de la cancha. Estas fotografías claramente querían simbolizar el “apoyo” que reciben de las fuerzas policiales.

Esto generó que las puertas del SUM permanecieran cerradas para todos los familiares durante el segundo día. Una vez que se ingresaban no podían salir.

La defensa también dio por tierra el aparente buen comportamiento que había observado el Procurador el día lunes. Durante el interrogatorio a Débora Sánchez, hermana de la víctima, se produjeron varias objeciones por la impertinencia de las preguntas, que querían hacer repetir las respuestas de la mujer. La querella del Comité advirtió que se violaba la ley de víctimas que estipula que se debe tratar con respeto a los familiares.

El presidente intentó controlar con un poco más de firmeza las chicanas y con un tono afable les recordó que él había leído la cantidad de escritos que habían presentado y les dijo: “Termínenla con los problemas que traen de la investigación preparatoria, no puede ser”.

Después de esta interrupción, continuó el testimonio de la mujer, pero a pesar de los pedidos del juez, Collado persistió en su actitud y hablando encima del juez y de las otras partes, terminó murmurando con tono tribunero “Creimer trucha, Creimer trucha”, por fuera de micrófono.

Quizás en un juicio por jurado la defensa se cuidaría de tener estas actitudes ya que no es al Tribunal, que ya leyó la causa, a quien tiene que impresionar sino a 12 personas de la ciudadanía.

*Desde Charata, enviada especial de LITIGIO.

 

 


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