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Sebastián Ponce de León fue arrestado el 31 de enero de 2019 en Barranqueras en el marco de un confuso episodio. Tras pasar fugazmente por Medicina Legal, fue trasladado en un patrullero al hospital Perrando donde le diagnosticaron una severa falla renal. Murió diez días después. Por este hecho, tres policías serán enjuiciados acusados del delito de tortura seguida de muerte. Será el primer juicio por jurados en un caso de violencia institucional en el Chaco. En esta crónica de LITIGIO, se cuenta en detalle lo que ocurrió el día de su detención, las hipótesis que se manejan en el expediente y los datos que arrojaron las autopsias. “Lo único que quiero es justicia”, sostuvo Lelia, su mamá. 

Jueves, 7 de julio de 2022

Foto: Pablo Caprarulo / Comité para la Prevención de la Tortura del Chaco

Por Bruno Martínez 

Barranqueras, 2 de febrero de 2019. Hace 48 horas que Osvaldo Ponce de León y Lelia Fernández Liras no tienen noticias de su hijo. Le envían mensajes, lo llaman por teléfono, pero no hay respuesta. Nada. Hasta que a las 10.53 de la mañana de ese sábado reciben un llamado.

―Hola, buen día. ¿Habla el padre de Sebastián Ponce de León?

―Buen día. Sí, señor.

―Habla el doctor Rafael Díaz, médico nefrólogo del hospital Perrando. Lo llamo para solicitarle su autorización para efectuarle a Sebastián una diálisis. Si usted me autoriza, ya comenzamos.

―¡¿Qué?!

La última vez que Osvaldo lo vio, Sebastián estaba muy bien. Tenía 35 años, trabajaba con su empresa de catering para eventos, no tenía ninguna enfermedad de base, estaba sano, estaba perfecto. Escuchar que un médico pedía permiso para iniciarle un complejo tratamiento para eliminar toxinas y exceso de agua de la sangre porque sus riñones ya no pueden hacerlo era algo que no tenía ningún sentido. No podía ser. Además, no entendía por qué recién ahora le avisaban donde estaba su hijo, luego de dos días de pura incertidumbre. Entre el extrañamiento y el espanto, Osvaldo reaccionó rápido.

―Si, comience ya mismo. En 30 o 40 minutos estoy allá.

Osvaldo tomó el colectivo, llegó hasta el hospital y se dirigió al área de nefrología. En el pasillo se encontró al doctor Díaz. El médico le dio más detalles del cuadro de salud de su hijo: le explicó que los riñones de Sebastián no estaban funcionando y debían someterlo a diálisis constante para intentar recuperarlo. De todos modos, el pronóstico que le dio fue alentador. Dijo que iba a salir adelante porque era una persona joven. En 15 o 20 días sus riñones iban a reactivarse, le aseguró.

Ese mismo día dejaron que Osvaldo lo vea en el Shook Room de traumatología. Sebastián estaba dormido, con el torso desnudo, conectado al monitor Holter y con dos sueros. Se le veían las lesiones en los pómulos, en el mentón, en los hombros, en el codo, raspones, moretones, las manos inflamadas, su cuerpo muy hinchado y marcas de las esposas en las muñecas. Sebastián estaba muy débil. No tenía fuerzas para moverse por sus propios medios. Para hacerle la diálisis, lo tenían que subir con ayuda a una silla de ruedas o, en un mal día, directamente moverlo en camilla.

Recién el miércoles, cuando comenzó a recuperar su voz, Osvaldo logró hablar con él y preguntarle qué pasó.

―Hola, viejito. Siempre están ustedes― agradeció.

Con un hilo de voz, le dijo a su papá que un grupo de policías lo había golpeado y que uno de ellos ahora mismo estaba sentado frente a él, separado por unos metros nada más. Lo vigilaba todo el tiempo, todos los días. ¿Qué hacía ahí? Se encontraba de custodia porque Sebastián estaba en condición de detenido, en el marco de una denuncia por violencia de género, causa que estaba a cargo del fiscal, Martín Bogado.

―Papá, tengo miedo, me pegaron mucho― dijo Sebastián. Aclaró que no quería hacer la denuncia en ese momento porque se sentía muy vulnerable. Que iba a esperar a recuperarse.

Osvaldo escuchó y se tomó unos segundos para aplacar la bronca. Optó por la calma. Pensó que lo mejor sería actuar de manera calculada, buscando pistas para una futura denuncia penal contra los policías que atacaron a su hijo. Masticando la ira, se acercó hasta el custodio y lo indagó brevemente: quería identificarlo.

―Agente, ¿cuál es su apellido?

―¿Para qué quiere saber?

―¿Cómo “para qué”? Está custodiando a mi hijo y si le tengo que hablar ¿cómo le voy a decir? “¿Che, agente?”

―Mi apellido es Chamorro.

***

Sebastián estuvo internado diez días. En ese lapso, incluso uno de sus hermanos se ofreció a donarle un riñón. Al mediodía del 10 de febrero de 2019 tuvo una falla multiorgánica producto de una insuficiencia renal aguda. Ese día, minutos antes de las 13, murió.

 

Osvaldo y Lelia, padres de Sebastián Ponce de León.

“Mi hijo tenía parado los dos riñones. Ocho días lo dializaron y ninguna diálisis funcionó”, cuenta ahora Lelia, mamá de Sebastián. Quebrada por el dolor, detalla cómo afectó la fisionomía de su hijo la retención de líquidos producto del daño renal. “¿Sabés cuánto pesaba Sebastián antes de todo esto? 70 kilos. Y cuando el muchacho de la funeraria lo estaba preparando, no entraba en el ataúd normal: en ese momento pesaba 103 kilos”.

“El médico nos decía que era sano, que era joven y que iba a responder. Dijo que iba a tomar tiempo para que se recupere, que iba salir adelante, pero nunca pensamos en el desenlace”, añade, con un mar en los ojos.

***

Sebastián y una agente de la Policía Federal, cuyas iniciales son V.A., se conocieron en noviembre de 2018. A las 11 de la mañana del 31 de enero de 2019, Sebastián y V.A. decidieron juntarse a almorzar, pero no querían hacerlo solos. V.A. propuso invitar a G.M., un viejo compañero de la secundaria que hace tiempo no veía. A G.M. le preguntaron si él podía traer a alguien más para que se sume al almuerzo. G.M. respondió que sí y trajo una amiga llamada Ana. Los cuatro almorzaron en la casa de V.A., en avenida 9 de Julio al 5300, en Barranqueras. Comieron sándwiches y tomaron cerveza.

Se hicieron las 14 y ya no quedaban bebidas. G.M. y Ana, entonces, decidieron ir por más. En ese momento estaba todo cerrado y tuvieron que caminar varias cuadras para encontrar algún kiosco. Cuando por fin pudieron regresar, a una cuadra, vieron un tumulto de gente que miraba hacia adentro de la casa de V.A. Había patrulleros, estaba la policía. Evidentemente algo pasó.

Hay dos versiones de lo que ocurrió minutos antes. La versión de V.A. sostiene que, tras el almuerzo, y luego de que G.M. y Ana salieran de compras, ella comenzó a alistarse para ir a buscar a su hijo de 2 años al jardín. Sebastián, según la versión de V.A., no quería que lo haga porque su plan era ir más tarde junto a ella y sus amigos a una pileta en una casa donde alquilaba una habitación. V.A. explicó que Sebastián sabía que, si lo traía a su hijo, no iban a poder seguir con el encuentro. De acuerdo a V.A., él seguía insistiendo para que se quede, hasta que la situación se puso violenta.

“En un momento dado, sin mediar discusión alguna, me empezó a pegar en el cuarto, me siguió pegando hasta dejarme tirada en el pasillo. Yo intenté defenderme, pero no pude hacer nada, y veo que él empieza a salir de la casa, hacia el patio delantero”, declaró V.A. en sede judicial.

“Agarró su moto, que estaba estacionada ahí y quería salir, pero el portón estaba cerrado con llave. Yo me levanto como pude e intento hablar con él, le preguntaba porque me había hecho eso, él empezó a gritarme, a agredirme físicamente, empezó a golpearme a patadas muy fuerte y a morderme, me arrancaba los pedazos y los escupía”, añadió.

La mamá de V.A., que vive casa por medio, vio lo que ocurría y llamó a la policía. “Un hombre que yo no conocía, la tenía a los golpes a mi hija, unos golpes brutales, la pateaba toda, le daba golpes de puño por todas partes del cuerpo, la mordía en el hombro, en las piernas, y le escupía en la cara los pedazos de carne que le arrancaba”, declaró.

La hermana de V.A., quien ese día estaba en lo de su mamá, corrió para defender a su hermana, según ella misma testificó. Las dos contaron que en un momento dado apareció un joven desconocido en short, ojotas y sin remera que saltó el portón y golpeó brutalmente a Sebastián para evitar que las siguiera agrediendo. Lo pateó en la cabeza y en los testículos. Tras lograr que Sebastián la suelte, el joven de ojotas volvió a saltar el portón y se marchó. Si bien otros testigos confirman que un joven estuvo ahí, hasta ahora nadie pudo identificarlo. Luego de esta situación, V.A. se subió al auto de su hermana con rumbo al hospital Eva Perón.

A pesar de que V.A., su mamá y su hermana dijeron que Ponce de León la agredió brutalmente (“le arrancaba los pedazos de carne de la cara y se los escupía”), el diagnóstico que el doctor Daniel Saavedra asentó al revisar a la paciente dista bastante de estas afirmaciones.

Según el médico, V.A. tenía una “crisis nerviosa, escoriaciones varias, lesiones sobre hombro, brazos y piernas”, mientras que su hermana tenía un “hematoma en la frente”. “De lesiones graves, no recuerdo nada. Nada cortante, para sutura o fractura. Si de la excitación y los nervios, de estar acelerada por la disputa, pero nada grave”, aclaró Saavedra semanas después en sede judicial.

Hay otra versión de lo que pasó esa tarde. Liliana, mamá de Sebastián, recordó que más temprano ese día su hijo le anticipó que iba a ir a la casa de V.A. a terminar la relación, porque no daba para más. Y de paso juntaría algunas cosas que le habían quedado ahí. Su mamá le aconsejó que no vaya, que no hacía falta. Le dijo que no pasaba nada, que se quedara tranquila.

Tras el almuerzo con V.A., G.M. y Ana, Sebastián quiso irse dándole un final definitivo al vínculo entre ambos. V.A. no aceptó su decisión, comenzó a agredirlo y amenazó con llamar a la policía para denunciarlo. “Vos no te vas a ir de acá porque yo te doy todo”, le dijo V.A. según el relato que hizo el propio Sebastián a Nadia, la mamá de su hija, mientras estaba internado en el hospital.

Se escucharon gritos y hubo forcejeos. Un vecino de la cuadra que declaró ante la justicia aseguró que Sebastián fue agredido mientras intentaba irse del lugar. Vio cómo V.A. y la hermana lo atacaron, mientras que él sólo quería escapar. El portón, en ese momento, estaba con llave. Confirmó la aparición del misterioso joven en ojotas, pantalón corto y sin remera, pero aclaró que no agredió a Sebastián en ningún momento.

“Esa tarde se sintió al lado de mi casa un disturbio, unos gritos de gente que pedían que suelten a alguien”, declaró J.C.E., vecino de la zona. “Cuando salgo veo un grupo de gente que estaba frente al domicilio de mi vecina. Cuando me acerco a ver, porque el muro perimetral no me permite ver, veo que estaba forcejeando esta señora V.A. con el chico De León, el portón en ese momento estaba cerrado, tiene una reja alta. Lo que vi fue una moto 110 cc que estaba mirando hacia la calle, como que una persona estaba queriendo retirarse del lugar”, añadió.

“Ella le manifestaba en todo momento de porqué le hizo eso, no sé bien que, y él como que quería soltarse. En el lugar estaban la madre, la hermana y algunos vecinos. Ellos estaban forcejeando, pero no había golpes, hasta que la hermana salta con la ayuda de una persona y un chico que estaba trabajando en una cuadrilla saltó con ella para separarlos, porque en pleno forcejeo de V.A. y Ponce, ella lo tumba al piso. En ningún momento vi por parte de él que la golpee, cuando en el forcejeo él quedó debajo de ella, ella sí lo golpeó en el cuerpo. El chico de la cuadrilla que ingresó trató en todo momento de separarlos y la hermana Karina creo que le pegó unas patadas a De León, porque él había quedado debajo de V.A. Después llegó un momento en que los separan y él quedó dentro de la casa encerrado”, agregó.

Tras este violento y confuso episodio, la entrada de la casa de V.A. estaba colmada de curiosos y policías. Sebastián se encerró en una de las piezas y trabó la puerta con un placard. Estaba exaltado y no quería que la policía lo golpee. G.M., que recién había regresado de comprar las bebidas, se acercó hasta él y le dijo que salga porque lo venían a buscar. Sebastián le dijo que no quería que lo golpearan, que le agarre la mano. Se abrió la puerta, G.M. lo agarró de la mano, pero inmediatamente después la policía lo redujo.

Según testigos, Sebastián gritaba incoherencias. Decía que “tenía SIDA”, que no lo toquen. También dijo que su apellido no era Ponce de León sino el de G.M. Tenía una actitud errática y emocional. Lo tuvieron esposado boca abajo en la galería de la casa de V.A. y luego lo trasladaron hasta Medicina Legal de la Policía. Durante el operativo de detención, todos los testigos que declararon coinciden en que en ese momento la policía no lo agredió.

Eran las 17.04 cuando el móvil FR-19 de la Comisaría Primera de Barranqueras salió rumbo a Medina Legal, en Perón 1255, en Resistencia, lugar donde se verifica el estado de los detenidos. El patrullero llegó a las 17.24.

Sebastián seguía muy exaltado, de acuerdo al testimonio de los presentes. Según su declaración en sede judicial, Claudio Pegoraro, médico policial, dijo que sólo atinó a mirar a Sebastián a dos metros de distancia e inmediatamente ordenó su derivación al Hospital Perrando. Sostuvo que en ese estado de excitación no lo podía revisar. La familia Ponce de León refutó la declaración de Pegoraro y aseguró que el médico ni siquiera estaba ahí. En Medicina Legal no le tomaron fotografías ni realizaron análisis alguno de las heridas.

El informe de la hoja de ruta entregado a la justicia por la Dirección General de Seguridad Metropolitana indica que el patrullero salió de Medicina Legal a las 17.34 y llegó al Hospital Perrando a las 17.45. En el nosocomio alertaron por el grave cuadro en el que estaba Sebastián, tanto emocional como físico. Quedó internado, esposado a una cama. Le suministraron clonazepam para calmarlo. Recién a las 48 horas se comunicaron con su papá pidiéndole autorización para iniciar el tratamiento de diálisis.

***

¿Dónde se produjeron las mayores lesiones de Sebastián? No hay unanimidad en esto. Una hipótesis asegura que fue en la caja de la camioneta de la policía, en el trayecto que va desde Medicina Legal hasta el Hospital Perrando, en un recorrido de 4 kilómetros de distancia, unos 10 minutos en camioneta. Los agentes Sebastián Romero y Cristian Chamorro estaban junto a él durante ese trayecto. El sargento, Carlos Rodríguez, manejaba el vehículo.

Otra hipótesis señala que el ataque se produjo durante todo el traslado: desde que lo subieron en Barranqueras hasta que llegó al hospital. También lo habrían agredido dentro de Medicina Legal.

Sebastián Ponce de León.

Donde sí hay unanimidad es en una cosa: la mayoría de golpes que tenía no se dieron en la casa de V.A. Los testigos aseguraron que cuando lo detuvieron, Sebastián sólo tenía un corte en el cuero cabelludo y poco más. En la investigación judicial, mostraron a varios testigos la foto de Sebastián en el cuarto día de su internación, donde se lo ve con una gran cantidad de escoriaciones en la cara, hombros y pecho, y les preguntaron si ese era el estado cuando lo detuvieron aquel jueves por la tarde. Todos dijeron que no.

El testigo S.F., quien ese día, al ver la multitud de gente, se detuvo a mirar lo que ocurría, dijo que en ese momento “había mucha sangre, pero las lesiones, así como en las fotografías, no las vi”.

J.C.E., vecino de la zona, coincidió: “De todas las fotos, solo vi el corte en la cabeza de él, en el cuero cabelludo. Todos los moretones y eso, nada. En ese estado no estaba”. Opinión similar tuvo G.M., quien había almorzado minutos antes con Sebastián. Manifestó que “no estaba así, ninguna posibilidad. Lo re mataron, hasta la marca de las esposas tiene”.

***

¿Qué fue lo le produjo la falla renal? El término clínico es rabdomiólisis. La rabdomiólisis es un síndrome que se produce cuando las fibras musculares dañadas por enfermedades, lesiones o sustancias tóxicas se descomponen y liberan una proteína dañina en la sangre (mioglobina) que afectan a los riñones.

El médico legista del Instituto de Medicina Forense del Poder Judicial del Chaco, Juan Carlos Sinkovich, quien realizó la primera autopsia, y los peritos de la familia Ponce de León y del Comité para la Prevención de la Tortura del Chaco, Virginia Creimer, Basilio Ramírez y Andrea Natalia Martínez, quienes realizaron la reautopsia (tras la exhumación del cadáver), coincidieron en que lo que precipitó este estado fue la golpiza extendida que sufrió Sebastián en casi todo su cuerpo.

“La causa de la rabdomiólisis en este caso en particular son los politraumatismos (lesiones) y excitación psicomotriz”, señaló Sinkovich al ampliar su informe de autopsia. “Las lesiones y equimosis pudieron haber sido provocadas por golpe con o contra elemento duro, y/o caída y roce sobre superficie rugosa y dura”, añadió.

Creimer, Ramírez y Martínez, por su parte, concluyeron que Sebastián sufrió “politraumatismos extremos en toda la superficie corporal que desencadenaron una rabdomiólisis que provocó una insuficiencia renal aguda que lo llevó a la muerte”.

En su informe, los profesionales le dedicaron algunas críticas al trabajo de Sinkovich. Se cuestionó que en la autopsia “se procedió a una descripción superficial de las lesiones existentes sin toma de muestra de las mismas para anatomía patológica en búsqueda de temporalidad ni de lesiones clásicas en los casos de violencia en custodia policial, como puede ser el pasaje de corriente eléctrica”.

“Tampoco se analizaron circunstancias previas, enmarcadas tanto en los protocolos de Estambul (para casos de lesiones, vejámenes y torturas) ni de Minnesota (para la investigación de muertes en custodia). Asimismo, del análisis de las fotos de la primera autopsia surgen a simple vista lesiones en toda la superficie corporal, pero en particular en ambas muñecas, que se condicen con el uso de esposas con la aplicación de violencia sobre este medio de sujeción para provocar el trauma de referencia”, añadieron.

Al brindar su declaración testimonial en la causa, Creimer profundizó sobre los hallazgos realizados en la reautopsia. Sostuvo que las lesiones encontradas en el cadáver “tienen características que son propias de una fuerza de seguridad” y que no fue una lesión específica la que causó el cuadro de rabdomiólisis sino “un conjunto de lesiones” que “fueron las que produjeron la destrucción muscular”. Con respecto a las lesiones, dijo que no me le cabía “la menor duda que no pueden ser autoinferidas y que han sido realizadas por terceros”.

Por el contrario, y como podía suponerse, el perito contratado por la defensa de los policías, Anastasio Valenzuela, sostuvo que no está tan claro que la rabdomiólisis que sufrió Sebastián haya sido producto de una golpiza. Recordó que este síndrome se puede provocar por múltiples motivos, incluido el consumo de cocaína. Sin embargo, esta teoría no se pudo constatar científicamente porque mientras Sebastián estuvo internado no se le realizaron análisis de este tipo y, para cuando se realizó la autopsia, los estupefacientes (si los hubiera consumido) ya eran indetectables.

“Mi conclusión es que yo no puedo atribuir que la rabdomiólisis del señor Ponce de León pueda ser atribuido solamente al politraumatismo que sufrió, sino también a otras causas que se ventilaron en todas las declaraciones”, sostuvo Valenzuela al brindar su testimonio en la causa.

“Dentro de eso, es evidente que Ponce de León era consumidor de sustancias adictivas como la cocaína y no sabemos que otras sustancias más. La cocaína es una sustancia tóxica para el organismo que también produce rabdomiólisis y también produce insuficiencia renal. Fui médico de policía hasta 2013 y en mi experiencia como médico en esos 30 años que hice muchas autopsias he visto muy pocos casos de rabdomiólisis por politraumatismos. Generalmente, la radbomiólisis se asocia a aplastamientos o accidentes vehiculares, donde hay una gran destrucción de masa muscular. En este caso, yo no puedo atribuir que sea una rabdomiólisis a causa de ese traumatismo que presentaba Ponce de León. O sea, había otros factores que ya tenía que ayudaron, pero no exclusivamente del politraumatismo”, afirmó.

***

El caso de Sebastián Ponce de León será el primero de violencia institucional en llegar a juicio por jurados en el Chaco.

En la audiencia de oposición al requerimiento de elevación a juicio, que se desarrolló el pasado 6 de abril, la jueza subrogante del Juzgado de Garantías 2 de Resistencia, Rosalía Zozzoli, resolvió hacer lugar al planteo de las querellas de la familia Ponce de León y del Comité para la Prevención de la Tortura del Chaco y cambiar la calificación legal de “homicidio preterintencional” (tal como fue requerido por el fiscal de Derechos Humanos, Luciano Santos) a “tortura seguida de muerte” que prevé una pena de prisión perpetua. Por este delito serán enjuiciados los agentes Romero y Chamorro. En tanto que el sargento Rodríguez será juzgado por el delito de “omisión de evitar torturas”, que prevé una pena de uno a cinco años de prisión.

Zozzoli afirmó en su resolución que “de ninguna manera las conductas de Chamorro y Romero podrían enmarcarse en el delito de homicidio preterintencional (…) pues la tipicidad exige, entre otros requisitos, que el autor haya utilizado un medio que razonablemente no debía ocasionar la muerte, y que cause ese resultado no querido ni aceptado”.

Con respecto a Rodríguez, la magistrada señaló que “en el momento del hecho, como superior jerárquico y conductor del móvil de traslado, detentaba una posición de garante, en el que debía supervisar y vigilar el accionar de sus subalternos Romero y Chamorro y no lo hizo, a pesar de haber tenido conocimiento efectivo del curso de riesgo desatado por éstos, dejando que torturen a Ponce De León”.

La jueza también fue muy dura con la actuación de los fiscales que intervinieron en la investigación al señalar que “a través de los años, esta compleja causa ha pasado por el trámite de diferentes equipos fiscales con disímil criterio o hipótesis, sin tener una línea investigativa seria, clara ni coherente”.

La familia Ponce de León cuestionó severamente el accionar de los fiscales de Derechos Humanos en la causa.

“Ello se evidencia por la recepción antojadiza de elementos probatorios de manera desordenada, con varias resoluciones de ocurrencias concedidas por el juez titular, pero lo más preocupante es que en los primeros momentos se ha obviado la recolección de evidencias en tiempo oportuno, en desmedro de una búsqueda profesional de la verdad, que requieren este tipo especial de causas”, reprochó. En este punto, la familia de Sebastián recordó que se solicitaron una y otra vez las cámaras de seguridad instaladas en la ruta que hizo el patrullero ese día, para determinar si hubo registros fílmicos de la agresión, pedido que nunca fue tenido en cuenta.

Cabe recordar que la causa pasó por muchas manos. Primero recayó en la fiscal, Ana Graciela González de Pacce, quien se declaró incompetente y decidió trasladarla al fiscal especial de Derechos Humanos, Daniel Turraca. A pesar de que hubo una clara participación policial en el hecho, Turraca también declinó su competencia y ordenó su devolución. Ante este conflicto, el Procurador General Adjunto, Miguel Fonteina, fue el encargado de ratificar que la Fiscalía de Derechos Humanos debía investigar. Luciano Santos, como fiscal subrogante en reemplazo de Turraca (de licencia en ese momento), tomó el expediente y el fiscal, Sergio Cáceres Olivera, quedó en calidad de coordinador para coadyuvar con la investigación.

Los tres policías estuvieron detenidos sólo 11 días. Llegarán al juicio oral en libertad.

***

―Quiero que le saques fotos a los carteles y que lo publiques. Que se vean las caras.

Es una tarde fresca, húmeda y gris de junio en Barranqueras. La casa de los Ponce de León es muy característica. Su fachada antigua, probablemente de principios del siglo XX, contrasta con un furioso verde oscuro, acompañado de un revestimiento color negro. La edificación además está más elevada que las del resto de la cuadra, lo que le da una ventaja ante eventuales inundaciones.

Adentro de la casa, sobre la mesada de la cocina/comedor, se ve una imagen de la Virgen María junto a una foto donde está la familia completa. Ahí, en ese instante congelado en tinta y papel, todos sonríen. No hay nada que cambie más que el pasado.

Del otro lado de la habitación, dos carteles enormes: uno de ellos pide en letras rojas y negras “JUSTICIA POR SEBASTIÁN PONCE DE LÉON”. Tienen las fotos del joven fallecido, de los policías imputados y la frase al pie: “JUSTICIA ES PERPETUA”.

El otro cartel está dirigido a los fiscales Turraca y Santos. Ilustradas con las fotos de ambos, la pancarta, también enorme, denuncia que ellos “TIENEN MANCHADAS LAS MANOS DE SANGRE DE NUESTROS HIJOS”.

Lelia, mamá de Sebastián y docente jubilada, pide enfática a este cronista que tome fotografías de los carteles y que las publique. Osvaldo, papá de Sebastián, mira en silencio. Comerciante jubilado, Osvaldo fue reconocido en 2021 con el premio “Mario Federico Bosch” de la Legislatura por su lucha contra la violencia institucional. De pie, justo al lado de ellos, uno de sus hijos prepara café y escucha. Ya pasaron 3 años y 4 meses de la muerte de Sebastián. En esta casa de familia de clase trabajadora se respira un aire espeso producto de una gran tristeza.

―¿Por qué acusan a los fiscales Turraca y Santos de tener “las manos manchadas con sangre”? ―preguntó LITIGIO.

Lelia: ―Porque son dos corruptos y encubridores. Eso no es calumnia ni injuria. Eso es verdad.

Osvaldo: ―Esto que voy a leer se lo dije al gobernador (Jorge Capitanich) en una reunión que mantuvimos el 15 de mayo. Fue la primera previa a la del 16 de junio, cuando se creó la Mesa Intersectorial de Lucha contra la Violencia Institucional. Le dije que estos fiscales mostraron desde el comienzo de la investigación fiscal preparatoria una inadmisible parcialidad con los policías torturadores y asesinos. Como sufriente padre, le dije, me permito llamarlos torturadores y asesinos porque desde el 6 de abril ha sido reconocido públicamente por la Justicia del Chaco por primera vez que la policía tortura y mata. Fue ese día en el que la jueza Zozzoli recibe de estos dos (Santos y Turraca) para elevar a juicio el expediente con la carátula de homicidio preterintencional para dos de ellos, que significa que te pegué, te caíste y te rompiste la nuca, pero yo no tenía intención de matarte…

Lelia: ―…cuando en realidad nuestro hijo fue brutalmente golpeado, torturado y a consecuencia de eso falleció. En todos estos años nos hicieron perder pruebas, tiempo, sufrimiento. No quisieron ver, no quisieron trabajar, no quisieron investigar. Yo los catalogué como los “poli-fiscales”, porque defienden a los policías y no a las víctimas. Estos son gente puestas por el Estado, pagada por el Estado, que cuidan sus puestos. Lo que menos quieren que estas cosas lleguen a buen puerto porque en síntesis lo que ellos cuidan y la orden que tienen es cuidar las arcas del Estado. Para que no les paguen a las víctimas lo que corresponde. Y él (Sebastián) tiene una nenita de cinco años que quedó en pampa y la vía. Son todos unos hipócritas.

Osvaldo: ―Yo le dije al gobernador que era una burla dramática, otra cachetada en el rostro a todos los familiares de las víctimas de violencia policial el hecho que el Estado le esté pagando la defensa a los asesinos de nuestros propios hijos.

Lelia: ―Nosotros le estamos pagando a los propios asesinos que mataron a nuestros hijos. Y nuestros nietos no tienen nada.

―El juicio por el crimen de Sebastián va a ser en la modalidad de jurados. ¿Qué expectativas tienen?

Lelia: ―Yo tengo miedo. No sé qué pasa por la cabeza de la gente, del jurado. Si tienen algún amigo o novio policía. Qué se yo. Y es mucha la lucha, son muchos años ya. Yo estoy muy enferma y no sé si voy a poder afrontar este juicio. Pero no me quiero morir sin que estos tipos estén presos, sin que haya Justicia. Es lo único que pido.


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