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“Muchas veces los caminos conducen a sitios gratos, desconocidos y cautivantes, reza una antigua sentencia croata. Este es (no tengan ninguna duda de ello), el sentimiento que surge del conocimiento y la lectura de este libro”, sostiene el escritor Juan Basterra al reseñar esta intensa novela jurídica publicada por Editorial Contexto.

Lunes, 4 de abril de 2022

Por Juan Basterra 

Alguna vez Shakespeare escribió que estamos hechos de la misma materia de los sueños. Esta indubitable verdad encuentra asidero en muchos de los episodios de nuestra vida -el amplio campo de la experiencia de que habla Schopenhauer- y, sería innecesario aclararlo, en la misma materia de lo literario.

En este sentido, y para solaz de nuestra intermitente dicha, esa materia de los sueños shakesperiana -materia huidiza y transitoria-, encuentra carnadura real y permanente en algunos libros o manuscritos que, providencialmente, y de la mano del “inescrutable azar”, llegan hasta nuestras manos. Este es el caso de la novela liminar de Diego Marín, “El Jurado Siete (7)”. Los motivos son varios y plausibles: la convivencia de lo real y lo imaginado, de lo posible y lo acaecido; la difusa sustancia de la verdad y los hechos que la desmienten; el complejo entramado de los diferentes puntos de vista -con todo lo que estos suponen de egoísmo y de centralidad del yo-; las pasiones y las razones que las desmienten, son algunos de ellos.

Diego Marín.

El personaje central de la novela es Belmonte, profesor de filosofía, cincuentón desencantado, lector de Schopenhauer, Nietzsche y Spinoza, “de una visión mesuradamente sartreana”, amante discontinuo y apasionado de los menudos placeres de la carne y analista riguroso de cada uno de los motivos con que nos regala la experiencia. En el polo opuesto encontramos al doctor Castro Barrios, abogado querellante del hijo de la victima del drama, hombre gigantesco en lo corpóreo y los propósitos, en la malevolencia y la sutileza, un poco a la manera de aquel memorable “doctor” Valerga de “El sueño de los héroes” de Adolfo Bioy Casares. Entre ambos extremos, la acusada de homicidio, la señora Katriel, propietaria de la cadena se supermercados “SusyK”, sospechosa de haber dado muerte a su marido con una tijera microdentada de peluquería.

Desde la recepción de la cédula judicial que anoticia a Belmonte de su designación como jurado, hasta el final de la historia, la novela sigue los lineamientos de las “nouvelles de suspense”, en un todo de acuerdo con la aspiración borgeana de la precisión y la contundencia, aspectos desarrollados con solvencia por Marín, y que encuentran tratamiento certero en el encadenamiento necesario de los diez capítulos.

“El Jurado Siete (7)” es, además, y en esto radica su extraordinaria singularidad, una novela “jurídica”, al exponer, de manera clara, precisa y pausada, las características de un enjuiciamiento por jurados, una modalidad cuya raíz se remonta a la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, y que encuentra desarrollo teórico e ideológico en la Constitución Nacional de la Republica Argentina del año 1853.

El juicio por jurados, jurados escabinados -del latín “scabino” y del alemán “schaffen”- en el que cada uno de los integrantes del mismo es designado por sorteo, y actúa como lego en la materia, juzgando al acusado y estableciendo el veredicto de culpabilidad o inocencia, pero no determinando la pena a purgarse, permite el desarrollo del análisis psicológico de cada uno de los actores intervinientes y la progresión en la toma de decisiones que conducen a la condena o la absolución del reo.

Asistimos así a las deliberaciones, los escrúpulos de conciencia, los prejuicios derivados de la formación y la historia personal de cada uno de los doce miembros del jurado, y la dinámica impensada que surge de las contingencias de la historia. La circularidad es el elemento que eslabona cada uno de los episodios de la trama, y a esa figura, es a la que estamos agradecidos los lectores de la novela. “Muchas veces los caminos conducen a sitios gratos, desconocidos y cautivantes”, reza una antigua sentencia croata. Este es (no tengan ninguna duda de ello), el sentimiento que surge del conocimiento y la lectura de este libro.

 

Publicado originariamente en suplemento “Chaqueña” de diario “Norte”


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