Ismael Ramírez fue asesinado el 3 de septiembre de 2018 en el barrio Obrero de Sáenz Peña. A tres años del crimen, no hay imputados, sospechosos ni tampoco se encontró el arma que terminó con su vida. Así, la causa por el homicidio del niño Qom de 13 años parece encaminarse hacia la impunidad. Las dudas sobre la investigación y el reclamo de Justicia por parte de Alejandra Ciriaco, la mamá de Ismael.
Por Bruno Martínez
Un pibe que cae. Un pibe Qom que cae. Alguien que dispara. ¿Un policía? ¿Un policía retirado? ¿Un vecino? ¿Un manifestante? Tres años después, no se sabe.
Ismael Ramírez, de 13 años, fue asesinado en el atardecer del 3 de septiembre de 2018 en el barrio Obrero de Sáenz Peña. Según pudo reconstruirse, todo comenzó cuando un grupo de vecinos de la comunidad indígena fueron a reclamarle a un supermercadista que les devuelva las tarjetas alimentarias y los DNI que les tenía retenidos.
La manifestación se desbordó y terminó en un enfrentamiento con la policía. Hubo disparos con postas de goma y también con balas de plomo. Ismael junto a su hermano Daniel y un primo pasaban por la zona en conflicto de manera circunstancial y fue ahí que recibió el disparo que le atravesó el pecho.
Ni bien se supo que un pibe Qom fue asesinado, en las redes sociales se comenzó a difundir la hipótesis que el homicidio se produjo en el marco de un saqueo promovido por indígenas al supermercado Funcional Impulso y que Ismael estuvo involucrado. Para reforzar esa mentira que buscaba convertir a la víctima en un victimario que merecía su muerte, se viralizó una imagen en donde se lo veía portando una pistola. La foto era un burdo montaje.
A la par, funcionarios provinciales, encabezados por el entonces ministro de Gobierno, Martín Nievas, se apuraron en afirmar que la bala que lo mató provenía de una “tumbera” (algo que nunca se confirmó) y que el crimen se produjo antes de la llegada de la Policía al lugar (algo que tampoco es cierto). La intención oficial de ese entonces era evidente: desligar lo más rápido posible a la fuerza de seguridad provincial.
En la causa, hasta el momento, no hay detenidos, ni sospechosos, ni arma homicida. Lo que sí hay son severos cuestionamientos a la forma en que el fiscal Marcelo Soto encaró la investigación.
Mario Píccoli, quien fuera abogado de la familia de Ismael en el inicio y por el lapso de dos meses, comentó a LITIGIO que a pesar de que era una hipótesis fuerte la responsabilidad policial, el fiscal no consideró necesario apartar a esa fuerza de la investigación y dejarla a cargo de otra distinta, como ser Gendarmería Nacional, por ejemplo.
Señaló además algo insólito: la escena del crimen, el lugar donde mataron a una persona, fue limpiada por el municipio de Sáenz Peña apenas horas más tarde. “Al día siguiente temprano el municipio limpió todos los cartuchos. Y hubo gente que me preguntaba cómo podía ser que el fiscal no impidió que se limpie para conservar algún tipo de prueba. Cuando se lo plantee a Soto, me dijo que no podía hacerlo. Pero no me explicó por qué”, recordó Píccoli.
Según el abogado, tampoco se hizo la prueba de barrido electrónico para determinar si los policías que participaron de la represión tenían pólvora en las manos ni tampoco se la realizó a un vecino –agente retirado de la Policía Federal- que fue filmado a través de un celular en donde se lo ve con claridad portando un arma de fuego, apuntando hacia los manifestantes.
“No sé si la investigación tiene agujeros”, respondió Píccoli al ser consultado por esta revista. “Yo diría que el fiscal utilizó los elementos que de ordinario se hacen para todos los casos. Es decir: se produce un homicidio y se usan los elementos que se utilizaron acá. Evidentemente este es un hecho más complejo y con eso claramente no alcanzó”, graficó.
Para Píccoli hay algo que está claro: la Policía reprimió la manifestación con balas de plomo. De acuerdo a la investigación que hizo en paralelo al de la fiscalía, el abogado detectó impactos de proyectiles en árboles y en una chapa ubicada en un puesto de ventas de torta parillas. Las mismas provenían del norte con dirección hacia el sur.
“A nuestro juicio y por impactos que vimos por los impactos que vimos en árboles y en otros lugares, la policía, además de postas de goma, disparó balas de plomo. De ahí a que una de esas balas haya producido el hecho (en referencia al crimen de Ismael) no está probado”, indicó.
Mauricio Masín, quién reemplazó a Píccoli en la querella, coincidió en remarcar que se vieron puntos oscuros en la investigación fiscal preparatoria. Al cumplirse un año del crimen, Masín le dijo a Página/12 que hubo “muchos desaciertos en la causa y pericias extemporáneas, ordenadas por la fiscalía que ayudaron a que este expediente no avanzara en la manera de lo esperado”. Cuestionó también varios de los testimonios al considerar que eran “falsos”.
“La investigación es engorrosa. Había 200 personas y nadie vio nada. Estaba lleno de gente el barrio y, de todas las declaraciones que pudimos recabar hasta ahora dentro del expediente, ninguna aportó un dato certero de quién efectuó el disparo”, añadió Masín en diálogo con el portal Chaco Día por Día.
LITIGIO se comunicó con el fiscal Soto para que brinde detalles de su investigación. Respondió que estaba de licencia y derivó la consulta periodística a la fiscal de Derechos Humanos de Saénz Peña, Silvia Sluzar. Sluzar no respondió a los mensajes ni a las llamadas de esta revista.
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“Se cumplieron tres años de impunidad. No hay ningún imputado. No hubo detenidos. Ni policía, ni civil, ni nada. Esa calle se limpió. No tenían por qué limpiar esa calle y a las 4 de la mañana había barredoras de la municipalidad. Es muy raro todo lo que pasó ahí. Y el asesino sigue suelto”, sostuvo Alejandra Ciriaco, mamá de Ismael.
En diálogo con este medio, Alejandra no tiene dudas respecto de quiénes fueron los responsables del crimen. “La Policía mató a mi hijo. El plomo que se le encontró era de una 9 milímetros porque si era de una tumbera, como dijeron en un primer momento, iba a recibir varios disparos. Y solamente tenía uno. Esa es la bronca que me da cuando dicen que fue una tumbera, cuando en realidad era de un arma reglamentaria del Estado”, sostuvo.
A pesar de lo que sucedió, la mamá de Ismael sigue viviendo en Sáenz Peña con su familia. Dice que no tiene miedo porque ya le quitaron lo más preciado que tenía.
“Yo sigo marchando. Salgo a gritar a los cuatro vientos para que no se olviden que un 3 de septiembre mataron a un niño. No porque sea un niño Qom, o como lo llamaban algunos: un indio. Mataron a un niño que estudiaba”, agregó.
“Cuando uno no lo pasa no se pone a pensar a la par de la madre que perdió un hijo o una hija y no se sabe lo que es el dolor. Sé lo que es cuando te matan un hijo y no sabés por qué. Uno lo cuida tanto que se levanta a las 6 de la mañana, lo lleva a la escuela, después a las 12 lo va a buscar. Y en esos 20 minutos pasa. Y uno se pregunta ¿por qué?”, lamentó.
―¿Tenés esperanzas que encuentren al asesino de tu hijo? ― preguntó LITIGIO
―Yo no pierdo las esperanzas. Seguiré luchando. Seguiré pidiendo justicia por Ismael. También por los que no están y por los que están. Nosotros sufrimos la desigualdad y la discriminación que hay por cualquier chico que va a la plaza y lo discriminan porque tiene una gorrita. Los policías que te siguen, te paran y te golpean. Yo sigo luchando para poder descansar y para que mi hijo también descanse.