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Plantear la perspectiva de género como eje transversal del Poder judicial supone el reconocimiento explícito de que la Justicia que tenemos es machista, patriarcal y clasista, características que cuestan la vida y la libertad de cientos de miles de mujeres, atrapadas en los engranajes del estigma.

Jueves, 24 de junio de 2021

 

Por Cecilia Solá

En Agosto del 2020 el femicidio de Ursula Bahillo, después de haber realizado dieciocho denuncias contra su agresor, avivó las llamas de una hoguera que los movimientos de mujeres y disidencias habían encendido hacía tiempo: la urgente necesidad de una Reforma Judicial con Perspectiva de Género, y el Senado de la Nación otorgó media sanción al Proyecto.

Plantear la perspectiva de género como eje transversal del Poder judicial supone el reconocimiento explícito de que la Justicia que tenemos es machista, patriarcal y clasista, características que cuestan la vida y la libertad de cientos de miles de mujeres, atrapadas en los engranajes del estigma.

Desde casos como el de Victoria Aguirre, que enfrentó perpetua por no impedir que el hombre que la secuestró, drogó y violó asesinara a su hija, hasta Mariana Gómez, detenida e imputada por besar a su esposa, el Poder Judicial ejerce todo tipo de violencias hacia las mujeres e identidades feminizadas, y el “hacer la denuncia” que tanto aconsejan es el inicio de una odisea para las mujeres, y más aún si son pobres.

Revictimización, demoras, maltrato, infantilización, retaceo de la información son algunas de las violencias que las sobrevivientes enfrentan a lo largo de su travesía en el sistema de Justicia, sumado a que, la mayoría de las veces no se tiene en cuenta su contexto socioeconómico y se las cita arbitrariamente, con poco tiempo, sin atender a si pueden costear el pasaje hasta el juzgado, si tiene con quien dejar a sus hijes, si los tuviera, si puede faltar al trabajo, e infinidad de variables que producen que tantas denuncias no sean ratificadas, y que los trámites judiciales sean abandonados.

Y es en esta instancia en donde se ve el enorme trabajo de las colectivas de mujeres, los Frentes de Género, las Organizaciones Feministas y todas las formas que la manada adopta para proteger y sostener a sus hermanas. El acompañamiento a sobrevivientes, la orientación, contención, apoyo y disfusión llevada a cabo desde estos grupos ha logrado en muchos casos revertir las injusticias cometidas por el Sistema Judicial, y en otras, ha protegido y sostenido a la sobreviviente durante todo el proceso.

Pensar una justicia con perspectiva de género, una justicia feminista, implica iniciarla desde las raíces mismas del sistema: la formación de sus integrantes.

Incluir contenido con perspectiva de género en las facultades de Derecho, la implementación obligatoria de la capacitación en género para los agentes judiciales, y la comprensión y posterior tratamiento de la violencia en sus múltiples dimensiones, y no solamente como. hecho aislado, identificable y punible.

De este modo podría evitarse, por ejemplo, que más del 40% de mujeres detenidas lo estén por el delito de narcomenudeo, un delito cometido mayoritariamente por mujeres en extrema vulnerabilidad.

Se trata de cambiar el paradigma, deconstruir un sistema que siempre consideró necesario aleccionar, corregir y reprimir a las mujeres y a las disidencias, y democratizarlo a través de una composición más igualitaria en perspectiva de género, cupo laboral trans, de pueblos originarios y de personas con discapacidad, comprendiendo que las reivindicaciones planteadas involucran no solo a las mujeres e identidades feminizadas sino a todas las disidencias.

Y que hablar de perspectiva de género es, indiscutiblemente, hablar de perspectiva en Derechos Humanos, algo que no puede ni debe ser ajeno a la Justicia.

“El privilegio es el mayor enemigo del derecho”. Marie von Ebner-Eschenbach, escritora austriaca nacida en el siglo XIX, y el privilegio solo se desmonta frente a la decisión política de revertir las desigualdades


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